Por eso, deslumbra un cortometraje como La clase (de igual título que el español de la película de Laurent Cantet aunque de temática muy diferente... aunque con algún punto de contacto), de Beatriz M. Sanchís, que consigue la cuadratura del círculo: abordar un tema que sobre el papel nos haría huir en sentido contrario (los preparativos de una función de teatro escolar) de una manera fresca, divertida, absorbente, intrigante y, también, con más miga de lo que podría parecer en un primer momento.

Porque resulta inevitable dejarse arrastrar por este puñado de chicos que se enfrentan a su primera experiencia teatral, con un profesor más exigente que cualquiera de los que pululan por las pseudoacademias televisivas, y que se convierten en sosias de las grandes divas y actores de las tablas en sus reflexiones sobre el hecho teatral... hechas, claro, desde la falta de ampulosidad y poses de quienes se enfrentan divertidos al juego de ser otros.
Así que, quien se haya enfrentado a la experiencia de participar en una obra de teatro en el colegio (los de nuestra generación, al menos, nos librábamos del castigo que debe de ser que los padres graben absolutamente todo, hasta el punto de que no llegan a ver en ningún momento a su retoño salvo a través del visor de su cámara), no podrá más que sonreír ante recuerdos que, visto lo visto, son exactamente iguales que lo que viven estos chicos. Veinte minutos que te dejan con una sonrisa en la boca, divertidos y amenos, y que vuelven a demostrar cómo el cine es capaz de encontrar la narrativa en cualquier cosa de la realidad... incluso, en algo tan poco glamouroso como el apañadito salón de actos de un colegio cualquiera.
Que lo disfrutéis. Para ver el corto La clase, pinchad aquí.
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