Imagino que las redacciones fueron ayer una locura. Hay un dicho que asegura que las muertes nunca vienen solas, y de hecho encajar el puzle que supone montar una sección cuando coinciden más de un fallecimiento es una prueba apasionante para quien la presencia por primera vez (o al menos lo era cuando yo viví esa experiencia). Y supongo que el hecho de tener que pensar no sólo en el papel, sino también en las ediciones digitales, debe añadir todavía más emoción. Pero la prueba que vivieron ayer los periódicos fue de las de nota: que en poco más de veinticuatro horas se sucedan los decesos de tres personas tan diferentes, pero tan importantes cada uno en su campo, como
José Luis López Vázquez,
Francisco Ayala y
Claude Lévi-Strauss debería figurar entre las pesadillas más amenazadoras para cualquier redactor jefe. Eso sí, al menos tuvieron el detalle de no concentrarse en medio de un puente. Anoche, en el tanatorio donde estaba Ayala, alguien comentó que se investigaba la influencia de los cambios de presión en el tiempo atmosférico para establecer una medicina preventiva que permita saber cuándo se van a concentrar las muertes. No sé yo, pero una cosa era cierta: algún que otro político debió temer liarse entre velatorio y velatorio. Para que luego digan que esto del coche oficial no trae servidumbres agotadoras.
8 comentarios:
Descansen en paz los poseedores de esos nombres... No me gusta usar las frases específicas de estos casos, en plan -Se no van los mejores- por lo que tan sólo expresaré que allá donde estén serán felices.
-Un nuevo seguidor-
¡¡Qué ALEGRÍA descubrir que has vuelto a tu blog!!
una pena tres genios de un manotazo. Saúdos e apertas
Fue la Luna llena
Por cierto, Isabel, me parto con el comienzo de tu comment!!!
En realidad la culpa es de la luna.
El día 2 empezó empezó el menguante.
Dios mío... ¿De verdad le dais tanta importancia a la luna? ¿No seréis un poco licántropos vosotros?
Yo no soy licántropo... ¡pero si hay luna llena me transformo en lobo!
Está comprobado científicamente (seguro!) que los personajes públicos SIEMPRE (sí, siempre, comprobadlo la próxima vez) mueren de tres en tres.
Ni de dos en dos ni de cuatro en cuatro.
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