Aún bajo los efectos de un accidente informático que me hizo temer lo peor este fin de semana (afortunadamente, uno tiene buenos amigos que le evitan el lanzarse de cabeza a comprar un nuevo ordenador hasta haber agotado las opciones racionales), no puedo evitar pensar que, en cierta forma, hay una nueva vía de expresión para los egos: valorarse por lo que perdemos cada vez que nuestro PC o nuestro portátil se va al garete. Hay escritores a los que les encanta hablar de esa grandísima novela que escribieron y que nunca vio la luz porque el disco duro les jugó una mala pasada; no sé hasta qué punto será verdad (dudo que nadie, a estas alturas del partido, se permita tener una sola copia de un original de, pongamos, cuatrocientas páginas), pero en mi caso he llegado a una conclusión no necesariamente animadora: que si no hubiera recuperado un solo documento, no se habría perdido gran cosa. Cura de humildad en un lunes proclive a ellas.
16 noviembre 2009
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5 comentarios:
Joer, a mi me pasó y perdí mi obra maestra. Como llevaba sólo 390 páginas no había hecho un diplicado de seguridad.
A mí esto me recuerda a cuando tienes algo en la cabeza y crees que se convertirá en un gran párrafo... hasta que empiezas a teclear ;)
Un saludo.
PD. Me alegra muuuucho que hayas vuelto.
Veamos the blunder como algo positivo. Al menos, te ayuda a mejorar la memoria
Gracias, Lorena. Y Jaime: lo de la memoria ya es inmejorable (y dejo en tus manos el significado preciso de esa frase...)
yo perdi montones de dibujos por motivos informaticos...la informatica nós hace vulnerables. SAúdos e apertas
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