28 septiembre 2007
TODOS SE ESCONDEN
No es lo malo que Disturbia "homenajee" sin ningún recato (y sin ninguna mención en los títulos de crédito, por cierto) a La ventana indiscreta; de hecho, ¡ojalá la fusilara mucho mejor! Y los creadores de Guardianes del día podrían haber dedicado algo del esfuerzo empleado en los efectos especiales a hacer que su película se entendiera mínimamente (y, ya puestos a pedir, si además la hubiesen hecho más entretenida, ya hubiese sido de traca).
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25 septiembre 2007
UN FESTIVAL EN LA ENCRUCIJADA
Estos días se está desarrollando el Festival de San Sebastián y, como siempre, todos los medios se han volcado en la cobertura, en un todos a una lleno de elogios y parabienes. El apoyo mediático para el que sigue siendo nuestro certamen cinematográfico más importante está bien pero, como desgraciadamente sucede en demasiadas ocasiones en nuestro país, el coro unánime de elogios apaga cualquier análisis frío; y, si a éste nos atenemos, no podemos ocultar que, por debajo del brillo mediático, hay una realidad preocupante que, año tras año, se confirma: hay nubarrones serios sobre el festival, e ignorarlos no conduce a nada. ¿Los síntomas? Varios, y repetidos desde ediciones anteriores pero, por concretar, me voy a referir a tres, dos de ellos ya evidentes, y uno a la espera de que se confirme (o no) lo sucedido en ocasiones anteriores:
- La alargada sombra de Toronto. Por si tener que competir con el resto de certámenes de categoría A (Cannes, Venecia, Berlín) era poco, a San Sebastián le ha crecido en los últimos tiempos un temible rival. El Festival de Toronto se ha terminado convirtiendo en un certamen codiciado por lo que supone de puerta de entrada al mercado americano, y para colmo en fechas muy cercanas a la cita donostiarra. Allí fueron exhibidas ya algunas de las cintas vistas en Donostia: concretamente, Promesas del Este, de David Cronenberg (¿es de verdad digno de un festival de primer orden inaugurar las proyecciones con una cinta ya vista, y para colmo premiada, en la cita con la que te estás jugando el prestigio?) o Fados, de Carlos Saura. Para colmo, la ciudad americana tiene dos bazas a su favor: una parte importante de las películas de Hollywood se filman en Canadá, y para las estrellas (sin cuyo glamour no puede concebirse un festival, guste o no), y por una simple razón de cercanía, es más fácil encontrar un hueco en su agenda para acercarse a promocionar sus películas que en el caso de un viaje transoceánico.
- Premios Donostia (muy poco) indiscutibles. El año pasado, Max von Sydow y Mat Dillon recibieron sendos galardones honoríficos del Festival. La pregunta es evidente: ¿de verdad puede compararse la carrera de uno y otro? Además, uno no podía evitar tener la sensación de que, en realidad Dillon pasó por España más para promocionar su película del momento, Tú, yo y ahora... Dupree (que, por cierto, no reforzaba precisamente la idoneidad del galardón) que para recoger el galardón. ¿Y este año? Pues algo parecido, cambiemos a Von Sydow por Liv Ullman, y a Dillon por Richard Gere, y tenemos casi una historia parecida (valga la referencia de que Tim Burton se llevó el León de Oro de Venecia por su carrera y Arthur Penn el Oso de Oro en Berlín). ¿Es que San Sebastián carece de gancho para nombres de mayor enjundia?
- Escasa relevancia de los galardones. Seamos sinceros: sin el factor industrial, un festival no tiene razón de ser. Y una prueba de su eficacia es que el marchamo que supone sus galardones sirva para abrir puertas y mercados. ¿Es de verdad así? Fijémonos en las conchas de oro de las últimas tres ediciones y veamos cuándo llegaron a las pantallas españoles (las que, por motivos lógicos, deberían ejercer de caja de resonancia de los galardones del Festival): Las tortugas también vuelan, de Bahman Ghobadi (premiada el 25/9/04, estrenada el 18/3/05, seis meses de retraso); Algo parecido a la felicidad, de Bohdan Sláma (premiada el 24/9/05, estrenada el 8/9/06, ¡un año de retraso!); Media luna, de Bahman Ghobadi (premiada ex aequo el 30/9/06, estrenada el 27/7/07, con diez meses de retraso); Mi hijo, de Martial Fougeron (premiada también el 30/9/06, estrenada el 4/5/07, con ocho meses de retraso). Y si vamos a categorías menores, los plazos se pueden dilatar aún más. En cuanto a la calidad, hay también la sensación de que, al menos en las dos últimas ediciones, los premios mayores les quedaban muy grandes a las cintas escogidas.
En suma, un problema complicado: las citas cinematográficas crecen ahora como hongos y, con ello, los problemas para repartirse un pastel que no es muy grande. Frente al auge de otras citas como las de Gijón o Málaga, que han encontrado su propio nicho a través de la especialización, un festival más generalista como el de San Sebastián debe ser capaz de definir una identidad que, en su caso, se resume en varias tendencias que parecen anularse entre ellas y restarle potencia (glamour, Iberoamérica, España, Europa, nuevos realizadores, cinematografías emergentes...). Lo peor que puede pasar es quedarse en tierra de nadie, y ése es el principal riesgo de un certamen que, por el bien de nuestra cinematografía, y de nuestra cinefilia, debe ser capaz de superar esa sensación de atasco; porque las fotos de Hitchcock paseando por Donostia ya nos las conocemos de memoria, y las últimas páginas del álbum se ven un tanto desangeladas.
22 septiembre 2007
LA FIESTA Y LA TRAGEDIA
Poco queda en Hairspray de la fuerza corrosiva del original de John Waters; en Un corazón invencible, por su parte, la extraña conjunción Pitt-Jolie-Winterbottom tiene como resultado un sobrio y potente pseudo-documental.
[+] Ver mi crítica de Hairspray en LaButaca.net
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[+] Crítica: Hairspray, en Cinempatía
19 septiembre 2007
HA MUERTO UN MAGO
Este fin de semana murió uno de los personajes más representativos de nuestro cine; aunque, a buen seguro, el nombre de Emilio Ruiz apenas dirá nada a la mayor parte de los cinéfilos. De hecho, tengo que reconocer que, hasta que no tuve la oportunidad de ver, en el 2004, la estupenda exposición sobre su obra que alojó la Fundación Canal de Madrid, yo tampoco tenía la menor idea de quién era en realidad: un auténtico mago de la imagen.
En unos tiempos en los que la pregunta de "¿Cómo lo habrán hecho?" ante un truco visual en la pantalla ha perdido casi todo su significado por la irrupción de la tecnología digital, que hace posible prácticamente todo, resulta aún más increíble valorar la labor de alguien como Emilio Ruiz. Trabajó en películas tan señeras como Lawrence de Arabia, 55 días en Pekín, Doctor Zhivago, Patton, Conan el bárbaro (y su secuela, Conan el destructor) o Dune; en cintas españolas como La niña de tus ojos (para la que reconstruyó, simplemente pintándolos sobre un cristal, los míticos estudios berlineses de la UFA destruidos en la Segunda Guerra Mundial), Soldados de Salamina, o incluso en El laberinto del fauno (suya es la ciudadela que aparece en la secuencia de apertura), y su magia se hacía notar en la construcción de maquetas y, sobre todo, en lo que fue su auténtica marca personal: el plano imposible.
¿Qué es el plano imposible? Simplificando mucho, un juego con las perspectivas, en el que se colocan objetos de muy diverso tamaño, haciéndolos parecer mayor o menor según nuestros intereses, y combinándolo con un escenario real. Para entenderlo mejor, fijaos en la siguiente imagen, un fotograma extraído de Soldados de Salamina:
Desde luego, no podría haber una imagen más real de un barco anclado en un muelle, con una pasarela por la que acceden los personajes, todo bien iluminado por la luz solar y proporcionado. O... espera, ¿no será todo un truco? ¿No será más bien algo como... esto?:
Pues sí, todo es falso: el barco, el muelle... sólo la pasarela y los personajes son reales, el resto se construye al tamaño adecuado y después se coloca en el lugar preciso para que se pueda crear la ilusión de la perspectiva.
Impresionante, ¿verdad? Pues hay muchos más ejemplos. Como, por ejemplo, éste de la película Dune, en la que de una gran nave descienden unos mandatarios ante unas tropas en perfecta formación. Una estampa realmente epatante...
...de la que sólo es real la puerta y la escalinata: el resto es una maqueta colocada a la distancia adecuada, en la que la puerta, situada mucho más lejos, es encajada con el juego de la perspectiva, un truco que ya conocían los genios del Renacimiento:
Hay infinidad de ejemplos más de su trabajo, que también incluyó spots publicitarios y series de TV. Si queréis conocerlos, podéis visitar su web, de la que he tomado estas imágenes. De verdad que merece la pena, aunque sólo sea por conocer a uno de nuestros talentos, un verdadero creador que vivía en el casi anonimato en el que trabajan muchas de las personas más válidas que se mueven en nuestra industria. Precisamente, las que hacen que la expresión "la magia del cine" sea algo más que una manida frase hueca.
[+] Emilio Ruiz del Río: un mago de los efectos especiales, en Cineahora
16 septiembre 2007
¿POR QUÉ VUELVEN?
Llamémoslo tendencias o directamente espionaje industrial, lo cierto es que la última moda en Hollywood (un sitio donde las modas llegan a apelotonarse y triunfar cuando la anterior todavía está en la cúspide), como sabéis, es traer de nuevo a la vida a los grandes personajes que triunfaron en los ochenta. Abrió el desfile, de una manera que despertó el escepticismo de muchos que luego tuvieron que levantar la ceja al encontrarse con algo bastante más digno de lo esperado, Rocky Balboa, de un Stallone que se resiste a morir. Ahora, le sigue John McClane, el atípico héroe a su pesar que hizo olvidar que Bruce Willis, antes que nada, llevaba camino de ser un Ben Stiller cualquiera (lo que supongo que sorprenderá a los lectores más jóvenes de este blog, si es que hay alguno). Y el resto ya lo sabemos: Indiana Jones, Rambo, Conan y los persistentes rumores de una posible nueva entrega de Arma letal, bastante poco probables dada la negativa de Mel Gibson, sin el que resulta imposible imaginarse una nueva estación de la franquicia (bueno, esta última afirmación, cuando se habla de la industria cinematográfica, no deja de ser demasiado temeraria). Si a eso añadimos la vuelta del universo Terminator en forma de serie (The Sarah Connor Chronicles), e incluso alguna probable secuela cinematográfica (¡qué pena, insisto, que Schwarzwenegger ande liado en otras tonterías!), la tendencia es más que evidente.
Pero no sólo las franquicias, sino que algunas de las propuestas más rentables del cine de entretenimiento de este verano (evidentemente, hablo de Transformers) responden a esa falsa nostalgia de recuperar el espíritu de unas películas con su punto de ingenuidad, entretenidas sin complejos, y que no confían su única baza a la espectacularidad, sino a unos personajes que se quieren carismáticos y unos guiones que les hace ser bastante más que simples títeres. Y cuando digo "falsa" nostalgia lo hago porque, en realidad, tras todo ello se oculta una jugada de mercadotecnia en la que incluso llegan a estar, por detrás, los responsables de aquellos primeros éxitos (Spielberg en el caso de los robots gigantes, el propio Willis en el de La jungla 4.0).
Pero también aquí hay que pagar un peaje, porque lo que tenemos ahora no es exactamente lo que los de nuestra generación disfrutamos. Reconozcámolos: el porcentaje de gente que va a las salas de cine y que tiene entre treinta y cuarenta años no es muy grande, sobre todo si se compara con el de adolescentes que sigue siendo, en esencia, el sustento de la industria cinematográfica (como lo era ya en nuestra época; ya por entonces oíamos el soniquete y la denuncia de la infantilización del arte cinematográfico porque los estudios habían descubierto el potencial de los poco exigentes e incultos jovenzuelos... ¡qué raro que algunas de aquellas cintas tengan hoy el aprecio crítico que no les sobró en su momento!)
¿El resultado? Que McClane sigue siendo McClane, pero un poco menos, y que el universo diáfano de Spielberg recula en Transformers para dejar paso al Michael Bay más ampuloso y espasmódico. Por ahora, sólo Stallone ha permanecido absolutamente fiel a los principios de su millonaria saga del boxeador más famoso de la historia del cine, y curiosamente ha logrado hacerse un hueco volviendo a las esencias. Dadas las circunstancias, quizá su apuesta sea la más arriesgada por haber sido, paradójicamente, la más conservadora. Veremos a ver la proporción entre cálculo y nostalgia de los nuevos títulos; y una cosa sí que parece cierta: los que no parece que vayan a volver (como ya comentó John Trent en un post en su blog) serán los viejos duros, demasiado políticamente incorrectos para nuestros días. Al menos, hasta que alguien tenga la revelación en una reunión de marketing estratégico de alguno de los estudios de Hollywood.
13 septiembre 2007
EL SEÑOR EN SU CASTILLO
Definitivamente, algo pasa para que una película como El señor de la guerra durara un suspiro en nuestras pantallas el verano pasado, confundida entre las decenas de estrenos anodinos que se acumulan en la cartelera en esas fechas en las que los distribuidores parten de la idea previa de que las meninges de los espectadores se derriten a la misma velocidad con la que avanza la canícula. Porque, en un tiempo en el que desde los márgenes, e incluso desde el mismo centro de la industria, Hollywood nos factura producciones de aparente interés social, esta cinta de Andrew Niccol se destaca como una de las más inteligentes, cínicas y desesperadamente escépticas de las realizadas en ese nuevo subgénero llamado "voy a explicaros el mundo".
Por supuesto, había leído buenas referencias de la película, como el estupendo comentario que Matías Cobo publicó en su momento en su blog, pero no fue hasta que puse el primer pie en las vacaciones, con las consiguientes visitas al videoclub para rellenar lagunas, que he tenido ocasión de verla. Y el resultado me ha deslumbrado; es más, hasta me ha hecho disfrutar de una interpretación de Nicolas Cage, no os digo más.
Porque sorprende el ácido que recorre cada segundo de una película en la que Yuri Orlov, el personaje de Cage, nos narra su vida desde que, a principios de los ochenta, era un inmigrante ucraniano más en Estados Unidos, y cómo el descubrimiento del potencial del tráfico de armas le permitió forjarse su propio sueño norteamericano, conseguir a la mujer de sus sueños (una famosa modelo que había crecido en su mismo barrio sin prestarle atención), vivir en el barrio más exclusivo de Nueva York, vestir trajes caros, desplazarse en una limusina con chófer... el acceso a todas las promesas de un triunfo que, de otra manera, le habrían sido negados, recluyéndole en el restaurante familiar, sirviendo comida tradicional para compatriotas con un horizonte tan limitado como el suyo.
Porque Yuri Orlov supo estar en el sitio justo en el momento adecuado: el fin de la Guerra Fría, el derrumbe de la Unión Soviética, dejó un excedente de armas nunca usadas, guardadas para un conflicto que nunca estalló, y a las que les sobraba posibles compradores, especialmente en unos países africanos en los que a nadie importaba lo que sucediera mientras las potencias occidentales continuasen teniendo acceso a los recursos naturales.
Sí, es cierto: la película no descubre la pólvora. Pero lo que la aleja de producciones tan supuestamente concienciadas como Diamante de sangre es que aquí, a pesar de que no nos hallemos totalmente libres de una cierta moralina, e incluso de pequeñas espitas para aliviar algo la mala conciencia, no existe un final feliz, ni una conversión repentina del protagonista, ni un sistema que se da cuenta de lo que sucede y reacciona. Lo más parecido a un final feliz es que el protagonista recibe un castigo peor que la cárcel, pero ni eso le aparta de lo que hace, ni cambia nada. Porque, en el fondo, a nadie le interesa cambiar; y porque la industria armamentística es un poderoso conglomerado básico para las economías desarrolladas, y un apoyo imprescindible para disfrutar de tantas comodidades como nos rodean a diario.
Y todo ello, con momentos memorables, como cuando el sanguinario presidente de Liberia, ante las acusaciones de pucherazo electoral, muestra ufano un periódico norteamericano con la noticia del fallo del Tribunal Supremo en las elecciones del 2000, proclamando ufano que qué lecciones se supone que le iban a dar los estadounidenses; o el detalle realmente cáustico de que, durante un período de tiempo en el que intenta cambiar de vida para hacer negocios legales, ante la mirada arrobada y orgullosa de su mujer, Yuri se retira del tráfico de armas... para esquilmar la madera y el petróleo de esos mismos países (eso sí, todo muy legal)... o los títulos de crédito, imprescindibles para quedarse atrapado desde el primer fotograma, y que aquí os acompaño. Os aseguro que lo que va desde ellos hasta el final merece la pena:
Lord of War EE. UU., 2005 122 min.
Escrita y dirigida por Andrew Niccol
Interpretada por Nicolas Cage, Ethan Hawke, Jared Leto, Bridget Moynahan, Ian Holm
Montaje de Zach Staenberg
Fotografía de Amir Mokri
Música de Antonio Pinto
Producida por Philippe Rousselet, Andrew Niccol, Nicolas Cage, Norman Golightly, Andy Grosch, Chris Roberts
10 septiembre 2007
EL CASO MEDEM
Pues parece que se ha abierto la veda: Julio Medem ya no es vaca sagrada. Por lo que voy viendo, tanto en papel como por la blogosfera, el desastre de Caótica Ana es prácticamente absoluto. Y además, las razones que se señalan para explicarlo, coinciden casi en un 100%: una película artificiosa, pedante, confusa, un batiburrillo de ideas que, en realidad, ocultan una falsa complejidad... Pero lo que más me sorprende es que, en realidad, yo no veo ningún salto estilístico entre esta película y las anteriores (y dejando a un lado la polémica incursión en el documental que fue La pelota vasca).
Es más, creo que Caótica Ana, para bien o para mal, es Medem en estado puro. En su metraje podemos ver sin problema lo que le ha convertido en uno de nuestros directores más potentes, con un dominio del lenguaje visual extraordinario: todas sus cintas están llenas de instantes poéticos, de composiciones y asociaciones estéticas bellísimas; es más, creo que casi ninguno de nuestros cineastas en activo llega a su nivel en este terreno.
El problema de Medem, sin embargo, no son las imágenes, sino las palabras. Sinceramente, no está dotado para los guiones: todas sus historias son arbitrarias, demasiado abarcadoras y con líneas de diálogo y expresiones que rayan en lo ridículo (cuando no caen abiertamente en él). De hecho, no sería descabellado compararle con otro genio de lo visual, Night M. Shyamalan, si bien dejando a un lado que hablamos de directores con inquietudes y temáticas diferentes: como Medem, el director de El protegido naufraga, en sus últimas películas, en la historia, pero visualmente sigue siendo tan potente como siempre.
Por ello, no deja de sorprenderme que lo que antes eran parabienes y elogios sin límite hacia Medem han cambiado totalmente de signo, y eso es lo que me parece injusto: creo que las críticas a Caótica Ana y su endeble guión están más que justificadas, pero lo curioso es que esos fallos, que ya estaban en todas sus películas anteriores (quizá con la única excepción de Tierra), parecían haber pasado desapercibidos para gran parte de la crítica hasta ahora. En cambio, y como no parece existir el término medio, se ha pasado a minusvalorar su talento visual.
Si esta tendencia se confirma, Julio Medem lo lleva claro: cuando a uno le bajan así del pedestal, lo que hay a ras de suelo es bien inhóspito. Y poco servirá que le apoye un despliegue mediático ante cada estreno de los reservados para los Almodóvar, Amenábar y poco más. Pero insisto: me parecería injusto condenar así a un creador visual de primer orden, cuando en nuestro cine no abundan, y que quizá baste con que ruede un buen guión ajeno, sin empeñarse en firmar también el libreto, para que dé la gran e incontestable obra que, estoy seguro, es capaz de hacer.
Otra cosa sería que la barra libre de la crítica se hubiera abierto por motivos de política, una herencia de la polvareda levantada por La pelota vasca que hiciese a buena parte de los medios quedarse al acecho, esperando la siguiente obra del director donostiarra. Pero hoy me he levantado optimista, así que no creo que esas cosas pasen en este país. ¿No?
[+] Crítica Caótica Ana; El caos de Medem, en Cinempatía
[+] Merezco que me azoten, en Las horas del lobo
07 septiembre 2007
SIGAN A ESTE CHICO
Ojo con este nombre: Sacha Feiner es un joven belga que promete, y si no al tiempo. Seguidor incondicional del cine de terror, y con una especial devoción por los gremlins (sí, aquellos peluches de postal que, cuando se mojaban o comían más tarde de la medianoche, dejaban de ser monos para pasar a ser bastante más divertidos), demuestra tener bien aprendidos, digeridos e integrados todos sus mitos, especialmente los de los años ochenta. Y si no, justo al lado tenéis una prueba, el disfraz que se construyó para el baile con el que se cierra el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas (BIFF), nada menos que todo un señor Alien bien encorbatado. Parece que ganó el premio final (no me extraña). Claro que no tiene nada de raro: también ganó el mismo concurso con este otro traje de Pinhead, de Hellraiser.
Pero si lo traigo aquí a colación no es por esos disfraces (de mérito evidente, eso sí), sino por lo que sigue: en la edición de este año (que por cierto era la 25), el BIFF encargó a Sacha, recién licenciado de sus estudios de Comunicación Gráfica, diez cortos que serían proyectados antes de cada una de las sesiones del festival. Y estas pequeñas perlas de animación, ambientadas en una ciudad futurista deshumanizada y cruel, revelan que este joven talento puede ir mucho más allá de la mera imitación de sus modelos. Habrá que seguirle la pista, que al fantástico europeo nunca le viene mal savia nueva.
A continuación os destaco la cuarta entrega de la serie, titulada World In Progress, y que es mi favorita. Pero, para que podáis ver la obra completa, os incluyo también los vínculos a los otros nueve cortos, por si preferéis verlos en el orden en el que fueron creados. Que los disfrutéis, al menos, tanto como yo.
World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 4: Brainwashed
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio I: Mechas
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 2: No Way
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 3: Show
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 5: Ad-dicted
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 6: Bug
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 7: Rain Dead
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 8: Play
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 9: Anti-hero
[+] World In Progress, de Sacha Feiner. Episodio 10: Spinner
04 septiembre 2007
LAS REGLAS DEL JUEGO
En Death Proof, Tarantino se salta las reglas que él y Rodríguez se habían marcado, y hace una obra genuinamente suya, pero en el fondo menos grindhouse de lo que parece. E Imanol Uribe sigue las reglas del cine de aventuras y de piratas con tan poco entusiasmo en La carta esférica, que así le sale el resultado.
[+] Mi crítica de Death Proof en LaButaca.net
[+] Mi crítica de La carta esférica en LaButaca.net
[+] DEATH PROOF (A prueba de muerte), en Ojo de buey
[+] Death Proof, en El búnker
[+] Tarantino, devoto cinéfilo practicante, en Silencio, se rueda
01 septiembre 2007
MINUTOS MUSICALES (I)
Hay una parte de la cinefilia que me atrae muchísimo, a pesar de no poder considerarme un experto en ella, y es la de las bandas sonoras. Tantas veces repetimos que el cine es ante todo imagen, que nos olvidamos de que, sin la música, mucho de lo que vemos en la pantalla carecería de sentido, o nos transmitiría otras sensaciones.
Con este post, comienzo una serie de entregas mensuales con las piezas de música de cine que más me van llamando la atención. Evidentemente, ni pretende ser algo exhaustivo ni un marchamo de calidad: se trata, sencillamente, de algo intuitivo, de una simple enumeración de algunas melodías que han seguido vivas en mí después de que se encendieran las luces de la sala. Si además coincido con vuestro gusto, perfecto; en definitiva, de eso es de lo que va este blog, ¿no?
Sin embargo, no quiero empezar sin hacer el obligado reconocimiento a dos blogs que frecuento y que ya se ocupan de las bandas sonoras. Por un lado, el veterano El día del cazador, donde el Reverendo lleva ya mucho tiempo glosando partituras imprescindibles. Por otro, el formato que ha inspirado esta sección, el que sigue el blog de Cineahora en su personal antología de bandas sonoras. Valga esta sección que ahora arranca como mi personal y modesta contribución a este repaso.
Y sin más, dejémonos de cháchara: la orquesta ya está terminando de afinar, y comienza la sesión.
ECOS DEL ESTE
Paul Cantelon firma la parte del león de una película extraordinaria, Everything Is Illuminated (Todo está iluminado), la opera prima de Lev Schreiber, ese actor que, además de bueno, atractivo y compañero de Naomi Watts, resulta que, para colmo, es buen director (¿hay justicia en este mundo? ¡Qué mal repartida está la suerte, madre!)
La BSO, además de un puñado de temas de varios intérpretes que soportan la, digamos, versión más kusturicante de la película, propone un viaje de la comedia a la tragedia, de lo luminoso a lo triste, y para ello se apoya en una partitura llena de ecos de la música judía europea del Este, que incluso cuando es más bailable no deja de lado una cierta melancolía. Como muestra, he seleccionado este tema, que recoge la melodía principal, y que en cierta forma resume todos los registros de la película. Una maravilla.
Paul Cantelon, Odessa Medley. BSO Everything Is Illuminated (2005) (3:53 min.)
UN MECANISMO DE RELOJERÍA
Y, para despedir esta primera entrega, no podía faltar la que es una pieza indispensable de una de las mejores películas de lo que llevamos de año (que ya es mucho): la partitura de John Powell (¡ojo con este tío!) para la última entrega de la saga Bourne, El ultimatum de Bourne, perteneciente a ese tipo de BSOs invisibles sin las que sería imposible que el resultado funcionase. Una auténtica joya del cine de acción en la que Paul Greengrass, su director, obra maravillas con el uso inteligente del montaje y una música adrenalítica que mantiene al espectador alerta de lo que sucede en pantalla. Con un recurso a la percusión y al ritmo que desdeña los trucos fáciles, el score de la película, como demuestra esta larga suite en torno a la, para mí, mejor secuencia de la cinta, la caza del periodista en la estación londinense de Waterloo, debería convertirse en una de las de referencia del género.