18 enero 2009

VOLVER A SER EL ADOLESCENTE QUE DEVORABA A WELLS

De vez en cuando, a uno le esperan sorpresas. Por ejemplo, descubrir que en España se puede escribir una estupenda novela de steampunk, como dicen los aficionados (o sea, una historia de ciencia ficción ambientada en un paralelo Londres victoriano); y es más, que esa novela pueda ganar un premio como el Ateneo de Sevilla, unas circunstancias en las que es más fácil ver recurrentes y plúmbeos relatos en primera persona de perfecto realismo (no olvidemos que el suelo de nuestro país, y vete tú a saber por qué, casi nunca ha sido fértil para la fantasía: hasta tal punto hemos seguido al pie de la letra el consejo de Don Quijote en su lecho de muerte). Pues sí, esas cosas ocurren. Mira tú, la primera alegría del año.

¿Quién es el perpetrador de tamaña hazaña? Un señor llamado Félix J. Palma que, si tenemos que juzgar por lo contado en su libro, tiene en su mitología particular las espléndidas fantasías de los escritores que dieron a la imprenta sus visiones enfebrecidas al calor de una ciencia que parecía avanzar a la velocidad de la luz hacia el progreso humano (sí, sí, ya sé que ya comenté eso hace unas semanas; tranquilos, que no me enrollaré de nuevo). Especialmente en las dos décadas finales del siglo XIX y en un Londres que encabezaba un Imperio que tiraba a golpe de martillo las últimas paredes que impedían ver los rincones de una Tierra cada vez menos desconocida. No hay que olvidar que en apenas tres años H. G. Wells publicó cuatro novelas fundamentales del fantástico, que en gran parte siguen teniendo la misma fuerza que el momento en que fueron escritas (algo que no sucede con Verne, la verdad): La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos.

Pues bien, Félix J. Palma se ha fijado en la primera para homenajearla. Pero entendámonos, homenajearla de verdad, no fusilarla, que es lo que se suele hacer últimamente cuando alguien dice querer rendir pleitesía a un clásico. Es como si Palma se convirtiera de nuevo en un adolescente en espíritu que creyera que gente como Sherlock Holmes existió de verdad (yo lo creí durante mucho tiempo, y al parecer todavía un porcentaje importante de gente sigue convencida de su existencia real) y plantea un juego: ¿qué pasaría si, un año después de que se hubiera publicado el libro de Wells (1895), una empresa comenzara a ofrecer verdaderos viajes en el tiempo en excursiones abiertas sólo para los más ricos, con parada en un año 2000 bastante curioso?

Pero no se me asusten: éste es tan sólo el punto de partida de una ficción en la q
ue, en la mejor tradición folletinesca, se engarzan una serie de historias que van rizando el rizo sin perder nunca el rumbo ni la composición final. Como el mapa del tiempo que da título a la novela, los destinos y caminos de personajes tan reconocibles, e incluso entrañables, para tantos que hemos pasado horas inolvidables y casi irrecuperables conociendo las vidas y hechos de gente como el mismo Wells, Jack el Destripador (éste no es entrañable, claro... salvo que hagamos un juego de palabras de pésimo gusto con la palabra "entraña") o el Hombre Elefante (por citar sólo algunos, que no quiero estropearos las sorpresas ocultas entre sus páginas) cobran un inesperado vigor: respiran, se mueven y actúan novelescamente pero, salvo algún momento aislado, no hay cartón piedra que valga: son bien reales.

Divertida, aventurera, deliciosamente romántica al viejo estilo... El mapa del tiempo es un juego, una lectura gozosa y un verdadero recreo cuando la literatura, en demasiadas ocasiones, se empeña en ser seria y aburrida. Parece mentira, pero resulta que entre nosotros sí que existe alguien capaz de estar a la altura de Alan Moore y su La liga de los hombres extraordinarios. Y me ha emocionado leer en sus líneas el mismo cariño por la máquina inventada por el científico de Wells, y de la que me enamoré (si uno puede enamorarse de algo así) en la mítica película de George Pal; sí, ¿cuánto daríamos por sentarnos en ese viejo asiento, bajar la palanca y notar cómo gira el disco tras nosotros? Seguro que, cuando por fin se pueda viajar en el tiempo, todo será mucho más prosaico y el mapa del tiempo se
llenará de turistas domingueros pero, hasta entonces, ¿qué hay de malo en soñar?


¿Cómo olvidar el encanto que tenía el primer viaje en la máquina del tiempo descrito por Wells, y qué tan bien representó Pal en El tiempo en sus manos? Son inolvidables, y es gracioso que también lo comente Palma, esos caracoles convertidos en émulos de Fernando Alonso...


Y hablando de cine...




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10 comentarios:

Faraonika dijo...

OH NOOO!! TB POR AQUI!!JAJAJA
Un beso!!

Unknown dijo...

... con ganas de ponerme buena para saber si realmente Sean Penn merece ese Oscar.

Curioso juego de palabras el de Jack el Destripador.

Yo también creo que Sherlock Holmes existe XD

La Liga de los Hombres extraordinarios es una película estupenda (al menos para mí).

EsSa dijo...

Tiene buena pinta la novela que comentas... Me la apunto!

Saludos!

Cèlia dijo...

M'agrada la ciència ficció i si la recomanes, també me l'apunto!

Anónimo dijo...

Mi estimado Roseenrod, como que ya he tenido suficiente con la versión francesa, así que no le cuento con que ganas saldría corriendo si se hiciera una versión cañí de "Bienvenidos al norte". Dios, no quiero ni imaginármelo, aunque pensado fríamente puede que quedará la versión como los típicos chistes de va un vasco, un catalán y un andaluz, no sé que grima me da sólo imaginármelo

Rosenrod dijo...

¡Jajajaja! Videodromo, he de reconocer que tu crítica es de lo más contundente que he leído en mucho tiempo :)

Un saludo!

Anónimo dijo...

Imposible seguir tu ritmo y tus recomendaciones... Bolaño: más de 1.000 páginas!! El mapa del tiempo: más de 600 páginas!!
¡¡¡Apiádate de nosotros!!! Esperamos que el próximo libro sea de menos de 300 páginas o que, al menos, tengas la precaución de no poner ese entusiasmo contagioso en lo que escribas sobre él!!!! ;)

fanyfa dijo...

Me gusta, me han entrado ganas de leerlo :) y más viendo con que libros lo comparas!
Saludos!

Anónimo dijo...

Lo siento pero es que no aguanto este tipo de humor, me puede, el que quiera que se gaste los euros, pero yo por mi parte sólo se la recomendaría a mis enemigos.

Anónimo dijo...

Alberto Q.
www.lacoctelera.com/traslaspuertas

Querido Rosenrod, solo quiero mojarme en una cosa: Sean Penn ya tiene un Oscar. Yo quiero que se lo den al gran ROURKE, que está GENIAL en EL LUCHADOR (THE WRESTLER).

Saludos!