Si para muchos Grupo salvaje es la obra mayor de Sam Peckinpah es entre, otras cosas, porque en ella queda fijada, como en ninguna, su concepción de la violencia, que en sus películas aparecía reflejada con una contundencia para la que muchos, en aquellos años, no estaban preparados. Se le suele incluir en la lista de directores que contribuyeron a desmitificar uno de los escasos géneros verdadera y originalmente cinematográficos; la paradoja es que, mientras iba echando paletadas sobre el western, muchos de aquellos montones de tierra llamados a finiquitarlo guardaban en su interior auténticas maravillas. En cierto modo, puede decirse que asistimos a un entierro que dura ya varias décadas y en el que, esporádicamente, aparecen nuevos oficiantes que no terminan de convertirlo en pasado.
Sin embargo, el mismo año que Sergio Leone dinamitaba la imagen de buen americano de Henry Fonda convirtiéndole en un asesino capaz de matar a un niño en Hasta que llegó su hora, Peckinpah iba más allá y, en los pliegues de su crepuscular relato sobre los últimos días de una banda de forajidos, arrojaba una mirada aún más escéptica y venía a decir que no hay solución para la violencia, porque ésta es innata y forma parte de la misma naturaleza humana.
Y para demostrarlo, nada mejor que tomar como ejemplo a los niños. No es casual que en los créditos de apertura cobren el mismo relieve la banda capitaneada por Pike (William Holden) mientras entra en un pueblo para robar el dinero del ferrocarril, y un grupo de críos que ríen divertidos mientras arrojan a dos escorpiones a un montón de hormigas para que se los coman mientras ellos se retuercen, en un adelanto simbólico de lo que ocurrirá al final de la película (estas escenas de crueldad animal de Peckinpah, como la del tiro al blanco sobre las gallinas semienterradas de Pat Garrett y Billy The Kid, serían, hoy en día, prácticamente imposibles de rodar).
Pero no será éste el único momento en el que los niños ejerzan ese papel: al final de la primera carnicería, un grupo de chiquillos irrumpirá en la calle sembrada de cadáveres mientras ríen y juegan gritando "¡bang, bang!"; los soldados que morirán de forma estúpida en el tiroteo del puente apenas son poco más que adolescentes, el mismo Pike recibirá el último tiro a manos de un niño armado hasta los dientes... Como dice un anciano mexicano en un momento del film: "A todos nos gustaría volver a ser niños, incluso a los peores. Y éstos, quizá más que nadie".
Unos niños que simbolizan, en el ideario de Peckinpah, el nuevo mundo que irrumpe y que borrará al viejo Oeste sin civilizar, un entorno salvaje, cruel, pero con una ética (muy particular, pero ética al fin) cantada por los maestros encabezados por John Ford. Un mundo que ya no existe, por lo que a los héroes peckinpahianos sólo les queda morir y desaparecer. En su lugar crecerán los cachorros despiadados que traerán los coches que desplazarán a los caballos, las ametralladoras que aniquilarán indiscriminadamente (en todas las secuencias en las que aparece, veremos cómo bajo sus balas cae la gente sin distinción, incluso los del mismo bando), o los políticos y militares que llamarán a guerras y revoluciones sólo para satisfacer su personal ansia de poder, y en las que el amigo de la mañana puede ser el enemigo de la tarde.
Ése es el mundo cuyo origen retrata Peckinpah, y de eso es de lo que nos habla Grupo salvaje: de cómo empezamos a ser como somos. Y, casi cuarenta años después, sus imágenes, y su demoledor final, nos siguen interpelando.
GRUPO SALVAJE. The Wild Bunch. EE. UU., 1969. Color, 134/145 (versión Director's Cut de 1995) min. Director: Sam Peckinpah. Guión: Walon Green, Roy N. Sickner, Sam Peckinpah. Intérpretes: William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández. Fotografía: Lucien Ballard. Montaje: Lou Lombardo. Música: Jerry Fielding. Producción: Phil Feldman. Vista en: DVD (Warner).
[+] La ley es una cosa muy curiosa
[+] Lo que pudo haber sido y no fue