26 enero 2009

MINUTOS MUSICALES (IX)


SUPERVIVENCIA

El truco del manco es todo un alivio de cara a la próxima ceremonia de los Goya: por fin una película capaz de emocionar, de atraer, y que además conecta con los gustos de la gente que más frecuenta las salas (y que, en nuestro cine, suelen ser olvidados por los que se encargan de despachar cintas que inciden una y otra vez en los mismos temas que ya empiezan a saturar al respetable). Y esta historia de supervivencia, de superación, va acompañada de una estupenda banda sonora, firmada por Woulfrank Zannou, cuenta con un tema potente, interpretado por el protagonista y líder del grupo de hip hop La Excepción, Juan Manuel Montilla “Langui”. Disfrutadlo en este videoclip:

Juan Manuel Montilla “Langui” y Woulfrank Zannou, A tientas, de la BSO de El truco del manco (2008) (3’ 43”)





DESPARRAME EN ARIZONA

Arizona Baby fue el título que terminó de poner a los hermanos Coen en el mapa. La hilarante historia de una pareja imposibilitada de tener hijos y que decide “tomar prestado” un bebé a una familia “bendecida” con unos quintillizos bebía de los dibujos animados, los gags del cine mudo y un universo particular muy personal. Y claro, ¿cómo podía ser diferente su banda sonora? Carter Burwell nos regaló un divertido score donde, en un solo tema, son capaces de fusionarse los aromas country con el Himno de la Alegría. Con un par.

Carter Burwell, Raising Arizona Theme, de la BSO de “Arizona Baby” (1987) (3’ 13”)






Y SIGUE SONANDO EN TU MENTE

¿Alguien que haya visto la reciente La niebla ha podido olvidar el impactante final, uno de los más logrados, inesperados y contundentes del cine comercial norteamericano de los últimos tiempos? Y es inevitable asociarlo con esta música, esta tremenda elegía que nos deja abandonados a nuestros pensamientos, a nuestras sensaciones... Mark Isham arriesga con esa voz femenina y nos gana.

Mark Isham, The Host of Seraphim, de la BSO de La niebla (2008) (7’ 19”)




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Y hablando de cine...






La clase: Un profesor, unos alumnos, una lucha constante

Despierta envidia cómo el cine francés ha sido capaz de hacer de los problemas del sistema educativo el eje central de algunas de las propuestas más interesantes de los... Leer más







El truco del manco: Bocados de realidad

Ha costado. Casi en el filo, pero por fin una película ilusionante para los Goya: El truco del manco es, sin lugar a dudas, la mejor cinta española de la temporada. Y lo que... Leer más

18 enero 2009

VOLVER A SER EL ADOLESCENTE QUE DEVORABA A WELLS

De vez en cuando, a uno le esperan sorpresas. Por ejemplo, descubrir que en España se puede escribir una estupenda novela de steampunk, como dicen los aficionados (o sea, una historia de ciencia ficción ambientada en un paralelo Londres victoriano); y es más, que esa novela pueda ganar un premio como el Ateneo de Sevilla, unas circunstancias en las que es más fácil ver recurrentes y plúmbeos relatos en primera persona de perfecto realismo (no olvidemos que el suelo de nuestro país, y vete tú a saber por qué, casi nunca ha sido fértil para la fantasía: hasta tal punto hemos seguido al pie de la letra el consejo de Don Quijote en su lecho de muerte). Pues sí, esas cosas ocurren. Mira tú, la primera alegría del año.

¿Quién es el perpetrador de tamaña hazaña? Un señor llamado Félix J. Palma que, si tenemos que juzgar por lo contado en su libro, tiene en su mitología particular las espléndidas fantasías de los escritores que dieron a la imprenta sus visiones enfebrecidas al calor de una ciencia que parecía avanzar a la velocidad de la luz hacia el progreso humano (sí, sí, ya sé que ya comenté eso hace unas semanas; tranquilos, que no me enrollaré de nuevo). Especialmente en las dos décadas finales del siglo XIX y en un Londres que encabezaba un Imperio que tiraba a golpe de martillo las últimas paredes que impedían ver los rincones de una Tierra cada vez menos desconocida. No hay que olvidar que en apenas tres años H. G. Wells publicó cuatro novelas fundamentales del fantástico, que en gran parte siguen teniendo la misma fuerza que el momento en que fueron escritas (algo que no sucede con Verne, la verdad): La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos.

Pues bien, Félix J. Palma se ha fijado en la primera para homenajearla. Pero entendámonos, homenajearla de verdad, no fusilarla, que es lo que se suele hacer últimamente cuando alguien dice querer rendir pleitesía a un clásico. Es como si Palma se convirtiera de nuevo en un adolescente en espíritu que creyera que gente como Sherlock Holmes existió de verdad (yo lo creí durante mucho tiempo, y al parecer todavía un porcentaje importante de gente sigue convencida de su existencia real) y plantea un juego: ¿qué pasaría si, un año después de que se hubiera publicado el libro de Wells (1895), una empresa comenzara a ofrecer verdaderos viajes en el tiempo en excursiones abiertas sólo para los más ricos, con parada en un año 2000 bastante curioso?

Pero no se me asusten: éste es tan sólo el punto de partida de una ficción en la q
ue, en la mejor tradición folletinesca, se engarzan una serie de historias que van rizando el rizo sin perder nunca el rumbo ni la composición final. Como el mapa del tiempo que da título a la novela, los destinos y caminos de personajes tan reconocibles, e incluso entrañables, para tantos que hemos pasado horas inolvidables y casi irrecuperables conociendo las vidas y hechos de gente como el mismo Wells, Jack el Destripador (éste no es entrañable, claro... salvo que hagamos un juego de palabras de pésimo gusto con la palabra "entraña") o el Hombre Elefante (por citar sólo algunos, que no quiero estropearos las sorpresas ocultas entre sus páginas) cobran un inesperado vigor: respiran, se mueven y actúan novelescamente pero, salvo algún momento aislado, no hay cartón piedra que valga: son bien reales.

Divertida, aventurera, deliciosamente romántica al viejo estilo... El mapa del tiempo es un juego, una lectura gozosa y un verdadero recreo cuando la literatura, en demasiadas ocasiones, se empeña en ser seria y aburrida. Parece mentira, pero resulta que entre nosotros sí que existe alguien capaz de estar a la altura de Alan Moore y su La liga de los hombres extraordinarios. Y me ha emocionado leer en sus líneas el mismo cariño por la máquina inventada por el científico de Wells, y de la que me enamoré (si uno puede enamorarse de algo así) en la mítica película de George Pal; sí, ¿cuánto daríamos por sentarnos en ese viejo asiento, bajar la palanca y notar cómo gira el disco tras nosotros? Seguro que, cuando por fin se pueda viajar en el tiempo, todo será mucho más prosaico y el mapa del tiempo se
llenará de turistas domingueros pero, hasta entonces, ¿qué hay de malo en soñar?


¿Cómo olvidar el encanto que tenía el primer viaje en la máquina del tiempo descrito por Wells, y qué tan bien representó Pal en El tiempo en sus manos? Son inolvidables, y es gracioso que también lo comente Palma, esos caracoles convertidos en émulos de Fernando Alonso...


Y hablando de cine...




Mi nombre es Harvey Milk: Sean Penn busca el Oscar... y se lo merece

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Bienvenidos al norte: Pues no sé yo si veremos remake español...

La verdad es que lo que pasa con Bienvenidos al norte resulta sorprendente. Por un la
do, uno podría pensar que su arrollador éxito en su país de origen, Francia, se debe en... Leer más

11 enero 2009

DE OPRAH A BOLAÑO, PASANDO POR McCARTHY: AL INFIERNO DESDE EL PRIME TIME

El caso de Oprah Winfrey es de los que me dejan perplejo. Uno, como habitante de un país en el que no son pocos los que llegan a decir que Ana Rosa sería el equivalente en nuestra televisión de lo que aquélla representa para la norteamericana, no puede evitar quedarse totalmente desconcertado con las recomendaciones literarias que hace Oprah desde su programa (recomendaciones que, por cierto, convierten automáticamente a los libros mencionados en éxito seguro). Porque, sinceramente, no me imagino yo a la buena de AR pidiéndoles a sus espectadores (sí, sí, que no son todo mujeres las que la escuchan, ni mucho menos) que lean a un autor como Cormac McCarthy y su La carretera... Bueno, en realidad, no me la imagino hablando de ninguno de los libros de este autor, desde luego poco acordes con el tono amable y edulcorado del magazine que ella presenta... (aún recuerdo lo que me costó terminarme Meridiano de sangre, no por malo, sino por la extrema violencia de muchos de sus fragmentos).

Y hete aquí que la buena de Oprah ha abierto las puertas de los Yunáited a Roberto Bolaño y, más concretamente, a su obra magna, 2666. Y nuevamente lo ha convertido en un fenómeno editorial (que el escritor, desgraciadamente, no ha llegado a ver, pues falleció hace seis años). Y vuelve a tener mérito, porque la mirada de Bolaño en esa gran novela de novelas (casi 1.200 páginas nos contemplan) es todo menos amable. Es más, el ramillete de historias que se entrecruzan en Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez, y en la que los asesinatos atroces de mujeres se suceden como el ruido de fondo de una autopista, llegan a hacer una foto indeleble del alma humana... y, como uno puede temerse, lo que aparece ahí no es que sea, precisamente, para dar palmas por lo que somos, nos guste o no.

Leí la última página de 2666 el día de Año Nuevo, en el tren que me traía de vuelva a Madrid. Y al cerrar el grueso volumen, me invadió una profunda melancolía, como si al terminar la última historia, la del escritor Archimboldi, quedara una vibración en el aire que inevitablemente te afecta. Antes había superado la parte de los crímenes, centenares de páginas en los que los hallazgos de los cuerpos de las mujeres se suceden en una letanía mientras algunos personajes intentan, sin éxito, tomar aire. Una parte casi asfixiante, pero en cierta manera resulta aún más desoladora la última, porque extrae la esencia del horror y nos lo vuelve reconocible, más cercano, más llano, más como lo que nos rodea en nuestros días. No hacen falta imágenes contundentes, macabras o sanguinolentas para darte cuenta de la tristeza que puede albergar el corazón humano. En realidad, suele ser todo mucho más sencillo... e inaprensible.

Y quizá lo más paradójico de todo es que Bolaño, que debía amar la literatura como la vida, y viceversa, en el fondo nos está diciendo que no hay ninguna salvación en los libros (y desde luego, para nada en lo que los académicos y los “expertos” terminan haciendo de ellos...). No, la literatura no nos aleja de nuestros demonios, pero nos permite al menos ponerles nombre. Yo, para siempre, tendré en mi memoria un sinónimo para lo que no queremos pero forma parte también de nosotros, nos guste o no. Para mí, será siempre 2666, y esa cifra contendrá la esencia de una verdadera obra maestra. De las que uno lee una por década, y eso si tiene suerte.


Amigos y familiares de Roberto Bolaño le recuerdan en este tráiler de Bolaño cercano, un documental sobre el escritor.



Y hablando de cine...





City of Ember: Saoirse Ronan
ilumina una película a medio gas

Monster House
fue una película que deslumbró, y eso no es nada fácil cuando nos referimos a una cinta de animación y a las maravillas que llevamos acumuladas en los últimos... Leer más

04 enero 2009

EMPEZANDO EL AÑO CON BUEN ROLLITO (Y QUE NO FALTE)

Bueno, pues ya está aquí, ya llegó, ya estamos metidos hasta las cachas en este 2009 de nuestras entretelas, el que nos lo va a poner como mínimo entretenido, si hacemos caso a las cosas tan tranquilizadoras que nos repiten una y otra vez desde los medios de comunicación. Desde luego, dan ganas de quedarse en la cama durante 365 días con sus noches y asomar la patita el 1 de enero del 2010, a ver si es verdad que para entonces lo peor ya ha pasado y vuelve a brillar el sol.

Pero como no me da la gana dejarme llevar por pensamientos tan positivos, he
preferido elegir como primer post del año algo mucho más liviano, de buen rollito y sin ninguna trascendencia. Algo que, como mucho, aspira a dos minutos y pico de buenas vibraciones; y, tal y como están las cosas, eso me parece un lujo infinitamente mayor que el de comerse las dichosas angulas o pilotar un Ferrari de los de precio imposible.

Resulta que uno tiene un primo, uno entre tantos. Pero éste en concreto, además de vivir en Las P
almas y dedicarse a quehaceres bastante más serios, resulta que ha encontrado un hueco para juntarse con unos amigos y grabar una canción tontorrona que es, en cierta manera, una parodia de tantas canciones igualmente tontorronas pero que, por el contrario, pretenden hacernos pasar por verdaderas y valiosas. Y, no contentos con esto, resulta que también han grabado un vídeo que la acompaña, no menos tontorrón y parodiador de tantos otros clips de buen rollito. Y para rematar, resulta que, puesto que ya tenían la canción y el vídeo, se han presentado al casting de Eurovisión.

Sí, sí, ya sé que la que va a ir es la petarda de Soraya o cosa semejante, pero confieso que la liviandad y el buen rollo de estos chicos me ha ganado, y que conste que no es por el parentesco ni nada semejante. Dicen que tontunas así no nos ayudan, que en realidad nos distraen de lo que verdaderamente importa e impiden que nos dediquemos
a cosas más serias. Pero, visto lo visto, me quedo mil veces con estas cosas sin importancia que la agenda de temas trascendentes que los de siempre dicen que deben preocuparnos...

Dicho todo esto, aquí tenéis el susodicho vídeo de la canción. Espero que os haga arrancar una sonrisa (suave, no se trata de carcajadas); de lo que estoy convencido es de que, eso sí, no os hará ningún daño verlo. Y si, ya puestos, hasta queréis votarlo y todo para Eurovisión, aquí podéis hacerlo. Y eso sí, tanto si lo veis como si pasáis de él, recibid mis deseos sinceros y verdaderos de un feliz año... y que la cosa no sea para tanto.


Made in un Ratito, Muy cerca


Y hablando de cine...




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