30 enero 2007

LA MADUREZ DE GIBSON





Con la extraordinaria Apocalyto, Mel Gibson llega a su madurez como director. Una obra maestra admirable, llena de nervio y firmada por alguien que respira cine.

[+] Mi crítica en LaButaca.net

[+] Apocalypto. Crítica y reseña, en ¿Y si esta vez te quedaras?
[+] Apocalypto, en Videodrome
[+] Cinema recensioni: Apocalypto..., en They Made Me Do It
[+] Crítica: "Apocalypto", en Cineahora
[+] Ahora en cines: Apocalypto, en Ser cinéfago, según John Trent
[+] La bestia tiene corazón..., en Antarctica Starts Here
[+] Apocalypto, en Pelisbilbao
[+] Crítica de Apocalypto, en Álvaro Oliva
[+] "La Odisea" versión maya, en Arcadia
[+] "Apocalypto" de Mel Gibson, en Mi galaxia lejana
[+] Siguen las rebajas 2x1: "Apocalypto" y "El truco final", en Sitges en coreano significa cadáver
[+] El salvaje ocaso de una civilización, en Silencio, se rueda
[+] ¡Están locos estos mayas!, en Libertinaje
[+] La pasión maya, en El séptimo cielo
[+] Crítica de Apocalypto, en Muchocine.net
[+] Apocalypto, en Ojo de buey

CONJUNTO DE SOLISTAS



Como conjunto, Bobby no acaba de cuajar; pero Laurence Fishburne, Freddy Rodríguez, Sharon Stone, Demi Moore o Christian Slater se encargan de regalarnos unos solos que salvan una cinta acomplejada por su extenso reparto.

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[+] Cinema recensioni: Bobby..., en They Made Me Do It
[+] Tiempo de ebullición política y social, en Silencio, se rueda

28 enero 2007

ADAPTATION


De tooooodas las cosas que han traído consigo las nominaciones a los Oscar, y que a buen seguro van a dar carburante suficiente para alimentar la blogosfera de aquí al 25 de febrero, hay una que me ha dejado literalmente pasmado: la inclusión de Borat en la categoría de Mejor Guión Adaptado.

Confieso que tuve que leerme la información dos, tres veces, porque pensé que se trataba de un error. Pero, si lo era, estaba tan repetido que casi podía considerarse una verdad; y no tuve por menos que quitarme el sombrero ante el atrevimiento de la estadounidense Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que había sido capaz de desmentir de un plumazo las acusaciones de frivolidad, excesiva preocupación por el glamour y el pensamiento políticamente correcto, para erigirse en vanguardia de la revisión y análisis de los conceptos más teóricos que formulan el mismísimo lenguaje cinematográfico.

Es más: lo de la Academia raya en los metacinematográfico. Desde André Bazin (¡qué digo, desde Pudovkin!) no se ha visto otra cosa en teoría de la relación entre realidad y cine.

Porque vamos a ver, si Borat es un falso documental, pero realizado al fin y al cabo con técnicas documentales (es decir, tomando imágenes de la realidad, aunque convenientemente "dirigidas" en pos de un efecto determinado), ¿qué es lo que se adapta? Habitualmente, la categoría de "guión adaptado" se refiere a los libros, o a otros guiones preexistentes, o materiales de este tipo; pero aquí, que yo sepa, no se ha escenificado algo previamente originado en la mente de un literato más o menos digno. ¿Entonces?

La respuesta es digna de un Charlie Kaufman metido a teórico narratológico: lo que Borat adapta es, evidentemente, la mismísima realidad, convirtiéndola en otra cosa. Es decir, que parte de un material preexistente, y lo transforma; ergo, estaría más que justificada su inclusión en la categoría de Mejor Guión Adaptado (junto a, por cierto, Hijos de los hombres, Infiltrados, Little Children y Notes on an Scandal)

Brillante. Y fina, muy fina la Academia.

Claro que debería ser coherente porque, si Borat es un guión adaptado según esos criterios, lo mismo cabría decir de los documentales "reales", esos sí y extrañamente, nominados en su propia categoría (Deliver Us From Evil, Una verdad incómoda, Iraq In Fragments, Campamento Jesús y Mi Country My Country). Y, ¿qué decir de una joya como Grizzly Man, en la que Herzog "adapta" tan bien la realidad que la convierte, prácticamente, en una de sus películas de ficción?

Yo, francamente, aún estoy pasmado y alegre por esta oportunidad para la reflexión. Claro que, a buen seguro, habrá otra explicación, más ajustada a la realidad (por cierto, si alguien la conoce, le agradecería nos la facilitase), para entender el criterio de la Academia. Pero estoy igualmente convencido de que será menos divertida que la que se me ha ocurrido a mí. Solito, no os creáis.

24 enero 2007

LAS BATALLITAS DE TÍO MARTY


Hace pocos días, Marnie citó en un estupendo post (como siempre) un documental mítico que, casualmente, yo estaba volviendo a ver por esas fechas: A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies. Una auténtica joya, realizada por The British Film Institute en 1995 con motivo del centenario del nacimiento del cine y que, aún hoy, sigue siendo uno de esos raros documentos que sirven igualmente tanto al profano como al cinéfilo de pro.

El secreto reside en la pasión: frente a concepciones más racionalistas del cine, Scorsese no abandona en ningún momento, al abordar la génesis de lo géneros propiamente cinematográficos (el western, el cine negro, el musical), la mirada del espectador fascinado por la contemplación de lo que sucede en la pantalla.

Así, abundan las confesiones personales: el impacto que de niño le supusieron Duelo al Sol, Los diez mandamientos o el arranque de La túnica sagrada, o su presentación como un verdadero cinéfago que devoraba todo tipo de películas: buenas, malas... nada era poco para su mirada insaciable. Y así, este genio, que ya no necesita el Oscar para ser recordado como uno de los grandes, consigue un efecto extraño, atractivo: su lección, su visión, no empequeñece la del afortunado que contempla el documental al otro lado de la pantalla, porque logra establecer una empatía, una complicidad, en la que uno y otro se igualan como amantes del cine.

Claro que él es el que sabe, y mucho, y se nota. Pero no hay humillación alguna, no existe ni rastro de esa actitud chulesca de tanto teórico, de tanto profesor de pacotilla, de tanto elitista disfrazado de exigente que lo único que busca es hurtar el disfrute de la belleza a mucha gente que quiere acceder a ella. Y así, nos quedamos subyugados cuando nos habla de Kubrick, de Cassavetes, de Tourneur, de Eastwood, cuando vemos y oímos a Capra, a Vidor, a Wilder, a Coppola, a Ford (bueno, a ése más bien poco, como podéis observar en el divertido extracto que hace Marnie en su post)... y contemplamos boquiabiertos cómo resume cien años de cine en tan sólo cuarenta minutos, uniendo a Griffith con DeMille, con Murnau, con el melodrama, con Minelli, con Kazan, con Lucas y el por entonces en eclosión trucaje digital...

En suma: instruir deleitando. Y, lo que es más importante, diciéndonos que también nosotros tenemos derecho a disfrutar. Y lo dice nada más y nada menos que tío Marty, ése bajito que nos visita de vez en cuando, que a veces nos hace de rabiar pero sin el que, a buen seguro, las reuniones familiares serían bastante más aburridas...

P. S. Seis nominaciones a los Oscar para El laberinto del fauno, de la que muchos medios, descabalgado Almodóvar de la competición, parecen haber descubierto ahora su filiación también española (además de mexicana). Eso sí: un éxito tan importante para nuestro cine, con tres nominaciones para españoles (incluido un Javier Navarrete que toma el relevo de Alberto Iglesias), ha ocupado en algunos medios (por ejemplo, El Mundo), menos espacio que las nominaciones al mejor cortometraje de Borja Cobeaga y Javier Fesser (y que, of course, también nos alegran). Ahora sí que nos sumamos al boom hispánico. Y, ¡ah!, enhorabuena a Pe, pero ¡Dios salve a la Reina!

A PERSONAL JOURNEY WITH MARTIN SCORSESE THROUGH AMERICAN MOVIES. EE. UU., Reino Unido, 1995. Blanco y negro y color, 225 min. Dirección y guión: Martin Scorsese y Michael Henry Wilson. Fotografía: Jean-Yves Escoffier, Frances Reid, Nancy Schreiber. Montaje: Kenneth Lewis, David Lindblom. Música: Elmer Bernstein. Producción: Florence Dauman, Martin Scorsese. Vista en: DVD (Versus).

22 enero 2007

LARS, EL CACHONDO


Me encuentro absorto estos días viendo The Kingdom, la mítica serie que Lars von Trier rodó para la televisión danesa, y que recientemente ha sido editada (¡oh, milagro!), en DVD en nuestro país.

La serie (que conoció dos temporadas, una en 1994 y otra en 1997) narra una historia, sobre el papel, bastante trillada: sobre los restos en los que, en tiempos inmemoriales, se encontraba un extraño lavadero de ropa (y que se nos muestra, de una manera inquietante, en el prólogo de cada capítulo), se levanta hoy en día The Kingdom, un hospital con los últimos avances médicos y tecnológicos, un auténtico cántico al poder de la ciencia y el raciocinio que atrae a los mejores especialistas del país...

...hasta que una serie de apariciones y fenómenos sobrenaturales comienzan a manifestarse en el hospital, empezando por una ambulancia fantasma que por las noches se detiene, inquietante, con un extraño resplandor en sus ventanillas, en la entrada de urgencias, y continuando con los lloros de una niña que una anciana ingresada oye en el hueco del ascensor, terremotos e inundaciones sin explicación alguna, o el feto de una médico embarazada que crece con una rapidez inusitada...

Como digo, estoy en estos momentos viendo la serie, así que no puedo dar una opinión definitiva, pero me resulta extremadamente interesante porque es puro Von Trier: y lo es porque, a pesar de seguir a pies juntillas las normas establecidas por el género, sus preocupaciones y sus temas están bien presentes. Así, la ciencia que se ejerce en el hospital The Kingdom (no por casualidad se llama El Reino, un nombre con resonancias cuasireligiosas) ha terminado derivando en una superstición y creencia ciegas en el poder de la medicina, ejemplificado en esa logia en la que ingresan los médicos, en la que el doctor encargado del depósito de cadáveres posee una ciertamente retorcida metafísica o en la que un médico joven, hijo del director, puede ser capaz de entregar, como un morboso regalo que él pretende romántico, la cabeza de un cadáver a la enfermera de la que está obsesionado... Curiosos temas, que reconozco tengo enorme curiosidad de saber cómo los adaptó Stephen King en su propia versión televisiva, Kingdom Hospital, un remake de esta serie de Von Trier (y, por cierto, Stephen y Lars, ¡menuda pareja!)

Pero hay un punto fundamental que es el que me ha lllevado a escribir este post, un aspecto que, en cierta forma, me ha venido a iluminar el resto de la obra de Von Trier, y son los títulos de crédito que cierran cada capítulo: efectivamente, tras un final preferentemente climático, que suele ir acompañado de un golpe de efecto, de repente suena la sintonía, aparecen los títulos... y vemos al propio Lars, vestido de etiqueta (véase la imagen de arriba) que, con una sonrisa que sólo puede interpretarse como burlona, se dirige al espectador para hacer consideraciones sobre lo que ha visto, con comentarios del tipo de: "bueno, hoy no ha pasado gran cosa, porque hemos querido ir despacio para presentar los personajes, pero ya verán en el próximo capítulo, como todo se acelera"; preguntas que pretenden involucrar al espectador ("¿ustedes oyen alguna vez lloros? Y, ¿qué hacen cuando los oyen? ¿Intentan ayudar? ¿O se quedan sin hacer nada?"), y una despedida que personalmente me encanta, cuando invita al televidente a regresar en el siguiente capítulo, donde podrá presenciar una vez más el combate entre el Bien (y aquí traza con un dedo el signo de la cruz en el aire) y el Mal (donde pone los cuernos, como también se ve en la imagen superior).

La primera vez que lo vi, me quedé de piedra. Y sólo pude alcanzar una explicación: el tío estaba riéndose de todo lo que nos había mostrado en la hora anterior. De hecho, nos estaba diciendo que él no creía para nada en lo narrado, y que todo era una burla, a pesar de que nos lo había contado de la forma más correcta e inquietante de la que era capaz. Y así, de repente, me di cuenta de que ésa era la clave de toda la obra de Von Trier: que, ocurriese lo que ocurriese, por muy tremendo que fuese lo narrado, por mal que lo pasase Björk en Bailar en la oscuridad, por más que se llevase al extremo la degradación de Grace en Dogville o encarase la autodestrucción el protagonista de Europa, todo, en la retorcida mente de este danés genial pero odioso, no es más que una broma, una profunda broma.

Es decir, tuve la clave para descifrar todo el cine de Von Trier. Y ésta me ayudó a reforzar la opinión que siempre he mantenido respecto a él: la de que es un genio, uno de los mayores del cine mundial de nuestro tiempo; pero, a la vez, un profundo alivio de no tener que tratar personalmente con él. No se puede tener una visión así del dolor y el sufrimiento y salir indemne, de eso estoy seguro.

THE KINGDOM (serie TV). Riget. Dinamarca, Alemania, Francia, Suecia, 1994 (1ª temporada), 1997 (2ª). Color, 278 min. (1ª), 286 (2ª). Director: Lars von Trier, Morten Arnfred. Guión: Tómas Gislason, Lars von Trier, Niels Vørsel. Intérpretes: Ernst-Hugo Järegård, Kirsten Rolffes, Holger Juul Hansen, Søren Pilmark, Ghita Nørby, Udo Kier. Fotografía: Eric Kress. Montaje: Molly Marlene Stensgård. Música: Joachim Holbek. Producción: Sven Abrahamsen, Philippe Bober, Peter Aalbæk Jensen, Ole Reim, Ib Tardini. Vista en: DVD (Versus)

19 enero 2007

LAS ALCANTARILLAS DE LA ILUSIÓN





Bajo su apariencia de artefacto, El truco final (El prestigio), o sea, The Prestige, reflexiona sobre los mecanismos de la ilusión y llega a una devastadora conclusión.

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[+] Breve opinión sobre El prestigio: el truco final, en ¿Y si esta vez te quedaras?
[+] Los tres actos, en El séptimo cielo
[+] Las muñecas rusas de Nolan, en Silencio, se rueda
[+] Ahora en cines: el truco final, en Ser cinéfago, según John Trent
[+] The Prestige, en Pelisbilbao
[+] ¡Socavón, socavón!, en Arcadia
[+] (Especial Nolan) The Prestige, en El gran carnaval
[+] The Prestige, en Somewhere Only We Know...
[+] Máscaras, embaucos y obsesiones, en La espiral roja
[+] Cinema recensioni: The Prestige..., en They Made Me Do It
[+] The Prestige (El truco final), en Rod@ndo
[+] Siguen las rebajas 2x1: "Apocalypto" y "El truco final", en Sitges en coreano significa cadáver
[+] Crítica: "El trucof final (El prestigio)" (DVD), en Cineahora

SIN SORPRESAS


15 enero 2007

PUES ERA MERECIDA, SÍ




¡Increíble! La Copa Volpi que le cayó encima a Ben Affleck en el Festival de Venecia por Hollywoodland... ¡era merecida! Claro que, en realidad, es todo el reparto el que da un auténtico recital interpretativo.

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[+] Apuntes sobre Hollywoodland, en El gran carnaval
[+] El caso Hollywood, en Pelisbilbao
[+] Cinema recensioni: Hollywoodland, en They Made Me Do It
[+] La puerta trasera de Hollywood, en Silencio, se rueda


HIPERTROFIA DE AUTOR





Pablo Malo se reivindica como autor desde los mismos créditos iniciales de La sombra de nadie. Pero lo cierto es que su impecable factura visual no casa con un guión absurdo, trillado y facilón.

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[+] La sombra de nadie, en Pelisbilbao

13 enero 2007

OYE, QUE ESTA TAMBIÉN ES NUESTRA


Está muy bien que todos pongamos velas para que Almodóvar o Penélope Cruz ganen sendos Oscar más que merecidos por una película tan buena como Volver (y que tanto nos alegramos en este blog cuando fue la elegida para representar a España en los premios).

Ahora bien, no estaría de más que alguien recordara a la mayor parte de los medios de comunicación de nuestro país que hay otra película que también ha entrado con fuerza en Estados Unidos, que no tiene nada que envidiar a la de Pedroooooooooo, y que además ha sido elegida por la Sociedad Nacional de Críticos de Cine de EE. UU. como la mejor película del año.

Vale, vale: ese galardón no equivale a un Oscar. Pero tampoco ninguno de los (muchos) que va cosechando Volver en estas semanas de pedrea previa a los premios gordos. Y si de los Globos de Oro hablamos, no tendría que ser necesario recordar que, de las cinco películas nominadas en la categoría de lengua extranjera, resulta que ¡dos de ellas! están íntimamente ligadas a España, la de Almodóvar y la de Guillermo del Toro. Teniendo en cuenta además, que, de las otras tres, dos son estadounidenses (Cartas de Iwo Jima y Apocalypto) y sólo otra está hecha fuera de los USA, la alemana La vida de los otros.

Nuestros medios, que tanto gustan de lanzar proclamas triunfantes, parecen no haber reparado en que no hay antecedentes de una situación en la que nuestra cinematografía domina ampliamente en esta categoría, dejando a un lado la anomalía que suponen las cintas de Eastwood y Gibson... Pero, ¿cómo dice? ¿Que El laberinto del fauno es mexicana? ¿Ah, sí? ¿Y los actores, el compositor de la extraordinaria banda sonora, gran parte del equipo técnico, las localizaciones... incluso el tema, también lo son?

Entiéndaseme bien: no quito el mérito a México, pero no logro comprender el cierto ninguneo que percibo en los medios españoles a una película que, etiquetas aparte, nadie puede negar que es también una muestra de lo mejor que es capaz de hacer nuestra industria, a años luz de la tan cacareada e hipernominada en los Goya Alatriste, y para colmo en un género que no es, precisamente, de los más abordados en nuestra cinematografía.

Y el voto popular tampoco parece irle a la zaga: un 8,4 sobre 10 en imdb, con más de 6.000 votos, lo que tampoco está nada mal. Bueno, supongo que el profesor de Lucinda siempre puede decir que un millón de moscas también pueden equivocarse; pero creo, honradamente, que El laberinto del fauno no es sólo la mejor película surgida de España el año pasado, sino una de las mejores a nivel mundial del mismo período, y así tendríamos que sentirla.

A uno le fastidia mucho el chauvinismo del que hacen gala muchas veces los franceses, que les ha llevado a considerar a Buñuel como un director galo; pero lo cierto es que, comparado con la tontería que a veces nos sacude por nuestros lares, me quedo con el exceso antes que con la cicatería.

P. S. Acaban de salir las nominaciones a los Bafta. En las informaciones que leo, se destaca el duelo Penélope Cruz-Helen Mirren. Y respecto a Volver, se cuenta que competirá contra Apocalypto; Zwartboek, de Verhoeven; Rang de basanti, de Rakeysh Omprakash Mehra y... El laberinto del fauno... que, curiosamente, se lleva ocho nominaciones, una menos que Babel. ¿Cuándo una película que es también española se ha llevado ocho nominaciones a los Bafta? ¿No tendría que ser destacado como el éxito que es para nuestro cine? Pero bueno, ninguna sorpresa: estamos donde estábamos.

06 enero 2007

¡BAH, ES DE TERROR!


Prejuicios, prejuicios, prejuicios. Tantos como granos de arena en la playa. ¿Un ejemplo? Las películas de terror.

¿Cuántas cejas alzadas al oír las palabras Pesadilla en Elm Street, John Carpenter, Las colinas tienen ojos o Scream? No es serio, no es serio (te dirán), no es cine. No hablan de nada que nos incumba, son puro escapismo, o quizás algo peor: son enfermizas. Y no dicen nada de cómo somos.

¡Alto! Alto, ¿qué? Eso no es cierto. ¿Ah, no? Entonces, dime una sola escena de una película de terror, una escena que sea algo más que mera ocurrencia o casquería. Una sola escena que sirva para dejar un testimonio de la realidad que vivimos, algo útil, una reflexión... algo.

¿Algo? Sí, una sola cosa. ¿Una escena? Una, nada más que una.

(aquí, un momento de silencio)

Ya que me lo pides, te daré una. Una sola; pero podrían ser decenas:

Amanecer de los muertos, de Zack Snyder. Una buena mañana, el mundo se despierta envuelto en el caos: los muertos resucitan, hambrientos de carne y sangre vivas. Atacan a los que duermen a su lado, a sus hijos, sus hermanos, a sus compañeros, a los vecinos, a los extraños... Los supervivientes, más por suerte que por otra cosa, acaban reuniéndose en un centro comercial que atrancan por dentro: allí están seguros, tienen de todo. Nada puede pasar; buen lugar.

Pasa el tiempo. Al principio, sólo hay dos o tres zombis fuera, pero pronto son decenas, cientos, miles. Tienen un hambre atroz, están desesperados; mientras tanto, dentro, los únicos supervivientes pasan el tiempo de tienda en tienda, comen helados, visten ropa cara por la gorra, duermen y follan en camas de ensueño, cantan, se dan la buena vida... Incluso juegan al golf en el tejado: golpean las bolas que salen a toda velocidad; si le aciertas a un zombi en la cabeza, le matas: mil puntos.

En fin, todo un oasis. Una isla de consumo, llena de cosas que usar y derrochar mientras, afuera, cada vez más desahuciados, masas de desahuciados, presionan por entrar. El mundo se hunde, se va al carajo; pero, ¿qué importa? Nosotros estamos aquí, atechados, pasamos el tiempo. Afuera, la gente está muerta, o peor aún. Pero, aquí dentro, aún hay cerveza. Y whisky. Bebamos, que es gratis. ¡Todo es gratis!

Una metáfora brillante, ¿verdad? Lástima que sólo sea una película de terror.

AMANECER DE LOS MUERTOS. Dawn of the Dead. EE. UU., 2004. Color, 100 min. Director: Zack Snyder. Guión: James Gunn, a partir del guión de George A. Romero para la versión de 1978. Intérpretes: Sarah Polley, Ving Rhames, Jake Weber, Mekhi Phifer, Ty Burrell. Fotografía: Matthew F. Leonetti. Montaje: Niven Howie. Música: Tyler Bates. Producción: Marc Abraham, Eric Newman, Richard P. Rubinstein. Vista en: DVD.

03 enero 2007

¡BÚSQUENME AL AUTOR!


El proyecto de ley del cine que el Gobierno ha presentado estos días a los diversos sectores implicados (producción, exhibición, distribución, etc.), ofrece, entre sus novedades, una que me ha llamado la atención: por primera vez, el director de fotografía será considerado autor de la obra cinematográfica, un reconocimiento que, hasta ahora, se reservaba únicamente a los directores, guionistas y músicos. ¿La razón? Según el proyecto, “por el carácter cada vez más creativo que, en el cine actual, posee la labor de quienes componen la imagen a través de la luz y la cámara” (El País, 29/XII/2006).

Me alegra esta consideración: al fin y al cabo, la materia prima con la que se fabrica el cine, sea cual sea el soporte final en que se disfrute, no es otra que la luz. Y que se reconozca al profesional que la manipula para obtener un efecto preciso y unívoco, que contribuya al sentido último de la película, un acto de justicia. Pero, a la vez, esta noticia me abre algún que otro interrogante: ¿qué pasa con los montadores? ¿Con el director artístico? ¿Con el técnico de efectos especiales? ¿No pueden llegar a ser, a su manera, “autores”, o incluso “creadores”?

Muchas veces hemos hecho mención a que el cine es un arte que cuenta con la particularidad de surgir de la confluencia de muchas artes preexistentes, que en su interrelación dieron como resultado algo nuevo. En las primeras décadas, las películas fueron conocidas, únicamente, por los actores: aquello era el star-system, y nimiedades como quién dirigía la película interesaban poco. De hecho, el que de verdad controlaba el resultado final era el productor, hasta el punto de que, como demuestra el ejemplo arquetípico de Lo que el viento se llevó, poco variaba que estuviese uno u otro nombre detrás de la cámara (algo que, por cierto, sigue bien vigente: ¿o de verdad importa, en la mayor parte de las producciones Bruckheimer, quien firma la película?).

Luego, ya sabemos lo que pasó: llegó la nouvelle vague, la reivindicación del cine de autor, y por fin el director logró abrirse paso hasta el verdadero sanctasantórum de la creación cinematográfica, el punto donde se obra la alquimia: la sala de montaje. A partir de aquí, las películas pasaron a ser “una película de”, y ese “de” se refería, invariablemente, al director.

Desde entonces, todos hemos seguido ese esquema personalista, en parte por costumbre, y en parte también porque resulta muy cómodo para clasificar y valorar las películas. Pero, aún aceptando que los directores con verdadera personalidad logran insuflar ésta en su obra, hasta conseguir un estilo propio y automáticamente reconocible (Fellini, Almodóvar, Spielberg, los hermanos Coen, Rohmer, Chabrol, Kurosawa, Mizoguchi, etc., etc.), ¿no es más cierto que la mayor parte de la producción cinematográfica mundial, incluso la que tiene interés, carece de esa acusada personalidad? Entonces, ¿es tan relevante de verdad, en el 90% de las obras, quién está detrás de la cámara?

¿Quién es más autor de Amores perros, 21 gramos, Los tres entierros de Melquíades Estrada o Babel? ¿González Iñárritu o Tommy Lee Jones, sus directores respectivos, o Guillermo Arriaga? ¿No pertenecen Jasón y los argonautas o Furia de titanes tanto o más que a sus directores (Don Chaffey y Desmond Davis, respectivamente), al mago a cargo de los efectos especiales, Ray Harryhausen? ¿No está la huella Spielberg tras la cascada de películas por él producidas en los ochenta?

Y, ¿qué decir del gran invisible? La mayor parte de los cinéfilos pueden recitar de memoria cientos de actores, decenas de directores, un puñado de compositores, unos cuantos guionistas y algún que otro director de fotografía, pero ¿montadores? Pocos, por más que algunos sean tan indispensables para el estilo de un director como Thelma Schoonmaker para Scorsese (como bien nos ha recordado en varias ocasiones Álex), o Joel Cox para Eastwood. Y, si pasamos a otras áreas como la dirección artística... ahí, prácticamente nada de nada.

Es verdad que no todas las películas son iguales, ni puede compararse una concepción meramente industrial con la “artística” (aunque cada vez tengo menos claro dónde termina una y empieza la otra). Pero, ¿sigue siendo defendible, contra viento y marea, una idea que reduce la autoría a la del director? ¿Es que, si consideráramos una película como una obra colectiva, perdería relevancia frente a otras artes más individuales, como la literatura o la pintura?

¿Eh?