14 junio 2006

UNA JIRAFA UNCIDA AL ARADO

Hay pocas, muy pocas películas cuyo significado último simula aparecer con cada nuevo visionado. Crees que ya lo tienes todo, que no hay nada más, pero vuelves a verlas y encuentras aspectos nuevos, temas que subyacen a los que creías conocer; y así, la experiencia de acercarse a ellas como cinéfilo se convierte en una labor apasionante, como si estuviéramos haciendo una prospección en la que, según descendemos, fuésemos encontrándonos capas de distintos materiales, nunca iguales al anterior, siempre sorprendentes. Pero lo mejor es tomar distancia y contemplar el conjunto: sólo entonces tenemos la impresión de haber captado todo lo que contiene, una suma mayor al conjunto de sus partes; esos momentos tan escasos son los que te compensan por tanto amor al cine desperdiciado en malas películas y te dan fuerzas para seguir, porque albergas la esperanza de que tiene que haber más joyas así.

Confieso que me ha pasado muy pocas veces; supongo que, a lo largo de los días, irán desfilando por este blog todas aquellas películas que me hicieron vivir esa experiencia indefinible que tanto tiene que ver con el gozo artístico. Y justo es que una de las primeras sea precisamente ésta, Dioses y monstruos, tan simbólica para mí que le he dado su nombre a estas páginas. Una película de trama sencilla y resumible en pocas palabras, pero que contiene en su interior tal cúmulo de referencias, símbolos y temas, que la convierten en una de las obras más extraordinarias de la última década.

¿De qué va Dioses y monstruos? Muchas veces me he oído decir que el tema principal de una película debe poder resumirse en unas pocas líneas; y sin embargo, cuando intento aplicarlo a esta película, se quedan cortas, extremadamente cortas. El argumento es bien sabido por todos: James Whale, el afamado director de joyas como Frankenstein, La novia de Frankenstein o El hombre invisible, se enfrenta a la última fase de una extraña enfermedad, que le provoca toda suerte de alucinaciones auditivas, visuales y olfativas. Whale, homosexual reconocido (para siempre con el rostro de Ian McKellen, merced a una impresionante caracterización) lleva casi dos décadas retirado en su mansión, y los últimos tiempos los pasa solo con su criada, la fiel y leal Hanna (prodigiosa Lynn Redgrave). Hasta que contrata a un joven y atractivo jardinero, Clayton (sorprendente Brendan Fraser), al que convence para que pose para un retrato. Ése será el punto de partida para una relación extraña, a medio camino entre la seducción y la amistad, las frustraciones de uno y el miedo a la muerte del otro...

Sí, de eso va la película (sobre todo, si no queremos destripar el final). Pero, ¿es suficiente?

Para nada. Porque esta historia, que podía quedarse en un simple tour de force entre dos actores de registros, edad y experiencia tan diferentes, es una mera excusa para hablar de una serie de temas que, finalmente, tocan la fibra sensible de todo cinéfilo; e, incluso, de todo amante del arte; y, más allá, de quien haya amado y conocido una pérdida de cualquier tipo.

En primer lugar, y más reconocible, es un homenaje a un tipo de cine ya desaparecido, el que los viejos artesanos como Whale pusieron en marcha, y que aún hoy resulta deslumbrante. En este sentido, queda grabada a fuego en la retina la secuencia en la que Whale recuerda el momento en que rodaron la aparición de Elsa Lanchester caracterizada como la Novia: los actores hacen bromas procaces, todo el ambiente es de una frivolidad extrema, hasta que Whale dice: "Acción". Y entonces, como por arte de magia, todo se transforma. "Es horrorosa", dice su criada mientras ven la película en la televisión. "No, es hermosa", le contesta Whale.

En segundo lugar, la película nos habla de la fuerza transformadora del cine y, por extensión, del arte. Clayton no comprende a Whale, le teme, pero sus reticencias ceden ante el hecho de que Whale quiera pintarle, porque eso le abre unas puertas que ni siquiera conocía, y le lleva a poner en entredicho su concepción del mundo. Al igual que el propio Whale, que pasó una infancia muy diferente a la que ha hecho creer a la gente: nacido en el seno de una familia de clase obrera, demuestra desde muy joven una enorme sensibilidad por el arte, el dibujo, que sobrevive incluso a su trabajo agotador en una fábrica, siendo aún un niño. Lo que da pie a una de las frases memorables de una película que rebosa de ellas: "¿De dónde venía mi alegría? De ellos no (...) Era como si Dios les hubiese regalado una jirafa y ellos no supiesen hacer otra cosa con ella que uncirla al arado y ponerla a trabajar". El sentimiento de diferencia, porque no hay criatura más extraña que una jirafa, no se parece a ninguna otra; pocas frases tan hermosas como ésta he escuchado para expresarlo, una frase que, todo hay que decirlo, ya estaba en el libro original de Christopher Bram.

Y eso lleva al concepto de belleza: Whale es un gran hedonista, nunca dirá no a cualquier placer que se le ponga a su alcance, pero sobre todo ama la belleza, sea la física, la de una pintura, la de una melodía... todo lo que va perdiendo, precisamente, por culpa de su enfermedad. Y, enlazado con éste, el tema de la muerte, que no es otra cosa que la desaparición de la belleza, encarnada en la terrible historia que cuenta Whale de cómo tuvo que ver morir a su amor de la guerra atrapado en una alambrada cerca de su trinchera, y cómo durante meses pudo contemplar, sin poder descolgarlo, lo que el paso del tiempo iba produciendo en su cuerpo.

Todas las claves que va destilando la película tienen además, un curioso efecto retroactivo que ilumina la obra de Whale, o al menos sus películas fantásticas. Recuerdo, como uno de mis mejores momentos como amante del cine, una sesión doble en el cine Doré en la que proyectaron, primero, La novia de Frankenstein y, a continuación, Dioses y monstruos. Es una experiencia que recomiendo a cualquier cinéfilo y que es fácilmente reconstruible, ahora que están disponibles las dos en DVD. No parece que haya sesenta años entre una y otra, el diálogo que establecen, enriqueciéndose mutuamente, es constante. Sólo un grande del cine podía crear una obra que, hoy en día, siguiese estando tan viva.

Podría seguir escribiendo horas y horas, pero eso superaría con mucho la extensión recomendada para un texto de un blog (de hecho, creo que la supera ya con creces). Podría hablar sobre la partitura, creo que de las más redondas de Carter Burwell, el compositor habitual de los Coen; del boceto original del monstruo, que aparece en la película, de una sencillez perfecta; de la sátira del Hollywood dorado, con un brillo bajo el que se escondían joyas y escándalos baratos; del personaje de Clayton, quizá el más rico que haya interpretado nunca Fraser; del de la camarera, con esa gran secundaria tan olvidada que es Lolita Davidovich; de la relación entre Hanna y Whale... Y me tengo que morder la lengua (o los dedos) para no escribir del portentoso final y del último plano, auténtico broche de oro a una película perfecta.

Sí, podría escribir de muchas cosas, pero prefiero quedarme con esa imagen, la de una jirafa, un animal de apariencia tan fantástica como la de un unicornio, uncida a un arado. Si amas el arte, si amas la belleza, si amas el cine, seguro que en algún momento te has sentido así.

Yo, desde luego, sí.


DIOSES Y MONSTRUOS. Gods and Monsters. EE. UU., 1998. Color, blanco y negro, 105 min. Director y guión: Bill Condon (guión basado en el libro de Christopher Bram, "El padre de Frankenstein"). Intérpretes: Ian McKellen, Brendan Fraser, Lynn Redgrave, Lolita Davidovich, David Dukes. Fotografía: Stephen M. Katz. Música: Carter Burwell. Productores: Paul Colichman, Gregg Fienberg, Mark R. Harris. Vista en: DVD (Tristar)

17 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si llegué a decírtelo el primer día que comentaste en mi blog, pero ésta es una de mis películas favoritas (¿cómo podría no serlo?), y por eso me dio tan buen rollo descubrir tu blog :P

Cada vez que la veo me emociono desde el primer minuto hasta el último. Todas las cosas que amo están en esa película expuestas con una sensibilidad y una pasión increíbles.

Ian McKellen está fabuloso, cómo me gusta ese hombre, y qué pena me da verlo últimamente en según qué papeles... Brendan Fraser, desde luego, sorprendente. No es que sea un gran actor como lo es McKellen, ni pensarlo, pero ahí demuestra que vale mucho más de lo que parece. Y las dos actrices, también estupendas.

Bill Condon, el director y guionista, es un tío que me parece muy interesante. No sé si has visto la última que estrenó, "Kinsey", pero a mí también me pareció muy buena, aunque sin llegar a la altura de "Dioses y monstruos". Y comparten muchos puntos en común. La próxima es un musical, "Dreamgirls"; ya veremos...

Supongo que no es casualidad que tanto Whale como Condon como McKellen sean homosexuales, porque se nota que es una de esas películas hechas con el corazón contra la intolerancia, la incomprensión, y con muchísimo amor, auténtica devo(ra)ción, por el cine.

Ah, y por cierto, muy buena crítica ;)

Rosenrod dijo...

Muchas gracias, Marnie

Es verdad que es una película extraordinaria; no me quise extender sobre tantas escenas emocionantes para no fastidiársela a los que pudieran leer el post y no la hayan visto, pero estoy convencido de que sabes a cuáles me refiero. Es impresionante el primer plano de McKellen cuando traza una línea en el papel y empieza a recordar, y la cámara gira suavemente ante él y empieza a contar la historia de su infancia...

Y si algo me gusta de la película es que trasciende el hecho de ser una película basada en una historia homosexual para tratar algo universal. Y en cuanto a la BSO... creo que el vals del tema central es el que más unido ha quedado a mis momentos de melancolía.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Un día de estos tenía que llegar el momento en que hablaras de lo q para ti significa Dioses y Monstruos... y no, no has decepcionado

Sobre la película en concreto me gustaría hablar con la vehemencia que habláis las dos pero es q directamente no puedo acordarme porque la vi en el momento de su estreno y supongo q de alguna manera era demasiado pequeño... cierto que tengo un recuerdo muy positivo pero no sé hasta que punto es así. Cuando lo revise te comento

Un abrazo

Rosenrod dijo...

Te lo recomiendo, ysi. Creo que te gustará.

(por cierto: yo la vi en su estreno, pero me temo que no era demasiado pequeño :-) )

Shiba dijo...

Veo que eres un amante del cine con mayúsculas.... ¡y me alegro! Intentaré pasarme periódicamente para leer tus interesantes reviews. Saludos.

Rosenrod dijo...

Hola, Lucinda. Bienvenida a este blog; nos leemos.

(y sí, ¡viva y viva el Cine con mayúsculas!)

Noa dijo...

Jo, pues siento ser la ignorante de la "familia" pero no la he visto. Después de leerte no me la pierdo. Ya te contaré...

Un saludo!

Matías Cobo dijo...

Mi inmediata reacción tras leer este apasionado comentario, como ha de ser cuando uno ama una película, un libro, un disco o cualquier otras manifestación artística que a uno le conmueva, ha sido comprar el DVD. Me ha bastado leer de qué va y cómo cuenta su argumento esta película para tener la certidumbre de que me gustará, más aún a tenor de lo que tiene de metacine en su argumento.

Me identifico totalmente con la idea de tu primer párrafo: el amor al cine de un cinéfilo se retroalimenta por las contadas películas que nos conmueven y sobrepasan el mero pasatiempo. Sin ellas, una no repitiría esa cuasi ritual de asistir a una sala o de ver una nueva cinta tras otra con el anhelo de hallar una nueva obra maestra.

Contaré aquí si las grandes expectativas creadas se han visto cubiertas.

Gracias por el texto.

Rosenrod dijo...

Noa, Matías:

reconozco que me habéis acogotado (por no decir algo que suena astante peor). Espero que las expectativas creadas no os defrauden; al fin y al cabo, uno habla desde el corazón. Pero creo que sí que la disfrutaréis...

En fin, ya me contáis.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Magnífico texto, invita a ver esta maravilla de película, lo anoto en la lista de cosas pendientes.

Estupendo tu blog.
Un beso
Luzza

Rosenrod dijo...

Mucuas gracias, no tan anónima Luzza. ¡Qué ilusión que te hayas pasado por aquí!

Un beso muy fuerte.

Anónimo dijo...

He llegado hasta tu página gracias a la recomendación de Noa, y me has sorprendido gratamente. Estoy totalmente de acuerdo con tu disección pormenorizada de Dioses y Monstruos, la pena es que esta película sólo se llevó el oscar al mejor guión cuando se merecía más. Es una obra maestra. Es una de esas que si te la pierdes no entrarás en el cielo de los cinéfilos.

Rosenrod dijo...

¡Jajaja, tienes toda la razón, Alfie! Pero, puestos a pensar... ¿cómo sería ese cielo de los cinéfilos? Con lo particulares que somos cada uno con nuestros gustos, ¿podríamos ponernos de acuerdo en uno que nos sirviese a todos? Sería divertido...

Y sí, tienes toda la razón: la película se merecía mejor suerte en los Oscar de ese años. Pero bueno, también hay que reconocer que, si no la hubieran estrenado a causa de las nominaciones, seguramente no la habría visto. Algo es algo...

Un saludo, y bienvenido al blog. Pasa cuando quieras.

Matías Cobo dijo...

Gracias por la recomendación. He saldado mi deuda con una película excepcional y soy consciente de que, en este primer visionado, he cogido algunas cosas, pero que aún cogeré otras muchas las próximas veces que la vea. Entre esas cosas, la poderosa imagen de la jirafa está ahí. Yo también me he sentido así a veces, no porque sea un artista (como el caso de Whale), pero sí por la pasión con la que me gusta hablar de cine y comentar las películas, raras veces compartida por mi entorno más próximo; bueno, jeje, éste y otros muchos asuntos que a uno le convierten en un poco "excéntrico". Al menos esta Internet para charlar de cine, aunque sea por escrito.

También me ha gustado mucho ese vínculo que nace entre dos personas, en apariencia tan alejadas la una de la otra, pero unidas por una condición común que a veces olvidamos: la de seres humanos. Y cómo esa idea de la necesidad de la amistad se remarca en la propia cinta de Condon y en el continuo diálogo que ésta mantiene con la de James Whale. "Es malo estar solo", le dice el violinista ciego a Frankenstein, a partir de ahí decidido a consagrar su vida a cuidar de la del monstruo.

Y ese homenaje a una manera de hacer cine con un amor al séptimo arte más allá de todo mercantilismo. "Hacer películas --dice Whale-- es lo más maravilloso del mundo. Trabajas con amigos, entretienes a la gente...", para luego explicar cómo deploraba las presiones de la industria y ese mundo de falsedaes.

Lo dicho, impagable recomendación. Gracias.

Anónimo dijo...

JEJEJEJE. Es un cielo enorme, donde hay muchas pantallas enormes, en las que ponen ininterrumpidamente grandes clásicos del séptimo arte, donde nadie come palomitas, y por supuesto, tu puedes ver la que quieras, sólo has de buscar la pantalla indicada. JEJEJEJEJEJEJE.
Es tan variopinto como gustos, porque esto del séptimo arte es un poco subjetivo, así que como dice el dicho: para gustos colores.

Rosenrod dijo...

Matías: me alegro de que no te haya defraudado el descubrimiento; me dejas más tranquilo. Me da mucha rabia cuando tengo la sensación de que alguien ha perdido el tiempo viendo algo de lo que yo le he hablado bien y no le gusta. Ya habrás visto que los temas que sugiere son infinitos, tantos que no caben, ni de lejos, en un post.

Alfie: eso no es un cielo. ¡Es una plataforma digital a cielo abierto! ¡Jajajaja!

Mil gracias a los dos.

entrenomadas dijo...

Es una de mis películas favoritas.
Y te citaré cuando hable de ella. Excelente post. Me ha gustado mucho.

Un abrazo

M