14 septiembre 2008

AIMEE MANN, LÍBRANOS DE TODO MAL


Todos necesitamos un refugio, algo que nos ofrezca un momento de calma cuando pensamos que lo que nos rodea se tambalea. Yo, a veces, los encuentro en los lugares más insospechados. Recuerdo que una vez, sin ir más lejos, ver “Lilo & Stitch” (la primera, claro, no las continuaciones ni la horrorosa serie de televisión) me salvó de una situación en la que me encontraba por los suelos, con un tremendo desaliento... Nunca olvidaré que, de repente, me sentí identificado con ese extraterrestre y esa niña desubicados. Quizá porque, en el fondo, cuando te fallan las expectativas, cuando algo que creías tener se escapa, o cuando la ilusión se disipa como el gas de un globo y piensas que ya sólo te queda pasar el tiempo sin volver a sentirte vivo nunca más, es cuando el más pequeño asidero se convierte en el objeto más valioso.

He visto a gente muy cercana, gente a la que quiero, sufrir un machaque constante, una oleada de circunstancias de las que en algunos casos son responsables, y en otros, meras víctimas sobrevenidas de la estupidez, la maldad o el azar cortante como un cuchillo. Y yo, que he pasado por momentos malos pero nunca hasta el punto de sentir cómo se resquebraja el suelo bajo mis pies, me he tenido que limitar, más veces de las que he deseado, a sentir cómo repercutían en mí algunos de los golpes que ellos recibían. Porque si ver sufrir a quien quieres duele, más aún cuando tus esfuerzos por contribuir a que la cosa mejore se estrellan una y otra vez contra el muro de la impotencia. A veces, sólo te queda verles irse, y en realidad de nada sirve pensar en injusticias o mala suerte. En el fondo, son palabras que nada significan.

Y si hay alguna película que hable del hundimiento personal, de las arenas movedizas de una realidad que más te ahoga cuanto s ansías salir de ella, es “Magnolia”. No es la primera vez que escribo aquí sobre ella; y presumo que, si este blog revivido continúa en activo (como así lo deseo), tampoco será la última. Porque es el exacto retrato de unos seres al límite, que piensan que no pueden sufrir ya más para luego descubrir que sí, que nada es nunca imposible cuando se trata de empeorar, y ni siquiera cabe descartar que un aluvión bíblico de ranas asustadas, un suicidio masivo de batracios inocentes, se vuelque sobre ti.

Y sin embargo, es en esa profunda y desolada humanidad en la que aún queda un destello de esperanza. Porque queda la voz de Aimee Mann (en la foto de arriba junto al director Paul Thomas Anderson) acunándonos en nuestra soledad. Porque tal vez, cuando creemos que nos estamos convirtiendo en piltrafas a las que nadie puede amar, todavía puede haber alguien que se detenga a mirarnos dos veces, que no nos eche en cara nuestros errores, nuestros pasos en falso... nuestra nadería de no habernos convertido en especiales, sino en unos tipos grises que cada día se confunden en un mar de gente como nosotros, gentes que quizá amen, quizá deseen, quizá quieran llorar, pero que no se lo pueden permitir...

Porque alguna que otra vez, a nuestro grito de socorro, a nuestra petición de que alguien nos salve, contesta alguien. Y esos momentos sólo nos cabe guardarlos, atesorarlos, no dejarlos de lado y conservarlos, alimentarlos. Porque cuando nos estamos congelando por dentro, sólo esos pequeños reductos de calor podrán conservar la esperanza de que resucitemos en un mundo en el que, a pesar de todo, y por más que nos empeñemos en negarlo, aún brilla el sol.




Videoclip de "Save Me", de la BSO de "Magnolia"

10 comentarios:

Lara dijo...

Pues la peli no la he visto pero todas esas sensaciones que describes las conozco bastante bien :(
Muuuuacks!

Mar dijo...

Sí has sabido llegar bastante bien a esta orilla :)
Conozco demasiado bien todo lo que cuentas...
Siempre sale el sol y si llegan nubes o tormenta también son preciosas.
(Hm... casi me haces llorar eh... con lo sensible que es una...)
¡Venga esta vez un abrazo!

Pilar Cita dijo...

No he visto la película pero por lo que dices, merece mucho la pena. En cuanto a esa sensación de estar al límite, yo creo que siempre aparece "un ángel", a veces con forma de serie de TV que te dice justo lo que necesitas oir en ese momento para no perderte en el infierno.

Escribes muy bien.

Saludos!!

Sergi Calle dijo...

A mi me pasa esto con dos películas que recupero tras una época estresante, triste, chunga o lo que sea. Una es Casi Famosos que no entiendo porqué a la gente no le gusta.

La otra es, efectivamente, Magnolia. Recuerdo que cuando acabé una tanda de examenes especialmente intensa de la Universidad dije: "necesito ver Magnolia" y me fui al videoclub a alquilarla.

Un balsamo cinematográfico perfecto. Una obra maestra. Y Aimee Mann, una Diosa.

Trasgu dijo...

Pos la película no la he visto , pero las situaciones que describes si que me son conocidas.

Ahora bien , en estas situaciones , cuando tienes la suerte de tener un amigo al lado, se hacen mucho mas llevaderas y miras con optimismo cualquier grieta que tengas bajo tus pies.

Rosenrod dijo...

Tenéis toda la razón: muchas veces, son los que nos rodean los que nos ofrecen el asidero... mejor no dejarlos escapar :)

Un saludo!

Milgrom dijo...

Por aquí tambien estamos tristones ¿no? A ver si nos animamos y volvemos a ser los que éramos.

Anónimo dijo...

Cuando tienes la suerte de tener al lado a esas personas que te comprenden y te quieren pues estos golpes tan duros suelen soportarse mejor que cuando estamos solos. De ahí que tener un/a amig@ es como tener un tesoro.
Un placer recibirte y esperamos tu regreso con ilusión!
Besos multicolores y buen finde!

JRB dijo...

La de veces que me habrá salvado a mí la canción "Save me".

Lo que a tí te pasó con "Lilo y Stich" a mí me pasó con "El viaje de Chihiro". A veces el cine es el mejor consuelo (que no consolador) posible.

Roger Crunch dijo...

un texto muy bonito, si señor.
Me gusta este nuevo estilo de entradas tipo comentarios cinéfilos/emocionales.

saludos!!