19 noviembre 2009

NO HAY PLACER MINÚSCULO


"Quizá lo que llamamos placeres minúsculos sean los que trae la edad madura. Es decir, los placeres que nunca supimos que lo eran. Esos goces que degustamos con la convicción ya muy firme de que esta vida no es ni maravillosa ni horrible, ni lista ni tonta, ni fea ni guapa, sino todo lo contrario, porque no hay con qué compararla. La vida es única. Y se acaba. Asumido el trago, uno puede aferrarse con más o menos éxito a las cosas que siempre le han garantizado placer y éstas se convertirán, de modo inexorable, en pasión. En pasión patética, seguramente. Ése es un camino, que diría el maestro Zen. Otro camino, que puede ser el mismo, pero en otro carril, es concentrarse en los placeres nuevos. Yo he descubierto el silencio. ¡Vaya invento!, me dirán. Pues sí. Nunca había caído en la inagotable fuente de placer que proporciona el silencio: incoloro, inodoro, pero nada insípido. Que calle una taladradora, artificial o humana. La ciudad, antes de que el lunes amanezca. Los agradables silencios con un ser querido. El silencio del ex presidente del gobierno en su monasterio. Saber que el silencio será, al fin, el único placer que te quede. Porque el futuro es un monstruo charlatán y vengativo". Francisco Casavella, "El resto es silencio", recogido en Elevación, elegancia y entusiasmo (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2009)

1 comentario:

Isabel dijo...

Poniéndome los dientes largos... ¡Qué crueldad! ;)