19 octubre 2008

DIFUMINARSE EN TIERRA DE NADIE


Vuelvo aquí sobre una película de la que ya hablé en su día: Los tres entierros de Melquiades Estrada. Pero es que resulta difícil encontrarse con un título como éste, que siga revelando detalles nuevos en cada visionado; y la opera prima de Tommy Lee Jones como director, apoyado en un extraordinario guión de Guillermo Arriaga, desde luego, es una de ellas.

Vaya por delante que voy a comentar cosas de la trama de la película; así que, si no la has visto y eres de los que no te gusta saber absolutamente nada sobre lo que vas a ver, te recomiendo que dejes la lectura aquí mismo y corras a hacerte con una copia de esta cinta que, estoy convencido, no te va a defraudar. Eso sí, más que un consejo, una necesidad: si siempre es más que recomendable ver las películas en versión original, en este caso resulta imprescindible porque, como sucede en Vicky Cristina Barcelona (y dejemos aquí el parecido, por Dios, que no es plan de cometer sacrilegios... respecto a la maravilla que nos ocupa, claro), hay secuencias que, sencillamente, pierden su significado al ser dobladas, por cuanto es importantísimo cuándo se habla en inglés y cuándo en español, sobre todo en el caso de un Tommy Lee Jones que cambia de un idioma a otro; y la incomprensión, o por el contrario la capacidad de comunicarse por encima de la barrera del idioma, vertebran algunos de los momentos clave de la cinta.

Pues bien, este fin de semana tuve la ocasión de volver a verla (por cuarta vez, creo), y por fin creo haber comprendido lo que es el eje fundamental de esta historia, en el fondo más simbólica de lo que parece en un primer momento, y en la que Peckinpah se da la mano con el universo de Juan Rulfo, donde la distancia entre los muertos y los vivos es mínima, y tanto unos como otros son capaces de perturbar la existencia de todos: el viaje que nos relata la cinta no es más que, en el fondo, la conversión del personaje de Mike Norton (interpretado por Barry Pepper) en un nuevo Melquiades Estrada; esto es, en una persona que, de tanto vivir en el desarraigo, ha terminado por perder cualquier conexión con lugar alguno: su familia, su mujer, sus hijos, ya no le reconocen, y es como si a fuerza de dejar que su identidad se difumine (espalda mojada en Estados Unidos, olvidado en su tierra, asesinado sin que a nadie le importe demasiado, enterrado por una excavadora sin que haya alguien que derrame alguna lágrima), haya dejado de existir mucho antes de que el patrullero le disparase por un estúpido error.

Quizá sea eso, y no otra cosa, lo que comprende Pete, el personaje de Tommy Lee Jones, cuando se inventa el lugar natal de Melquiades, como si se hubiese difuminado porque, en el fondo, las personas sin pasado ni futuro provienen de lugares atrapados en la nada como el pueblo de Jiménez cuya existen
cia todos desconocen. Por eso no tiene sentido que mate al personaje de Mike, porque entonces nos encontraríamos ante una simple venganza; motivada o no, pero venganza sin más. Porque hemos visto que la existencia de Mike en Nuevo México es, en el fondo, tan ficticia como la del propio Melquiades: podría estar ahí, pero en realidad podría estar en cualquier otro sitio, porque su vida se limita a una sucesión de días sin huella.

Queda, en el otro lado, el final del propio Pete. Y quizá tenga puntos en contacto con los otros dos: sin lazos reales de afecto, sin nada verdaderamente suyo, es como si los dos terminasen convertidos en una especie de espectros a los que no les quedará ya más que vagar por ese territorio indeterminado que, puestos a ponerle algún nombre, hemos venido en llamar “frontera”. Más allá de una línea que nadie en su sano juicio es capaz de ver, por mucho que alguien la trazara en un mapa, existe una zona de nadie en la que, como almas desarraigadas, los dos vivos y el muerto quedan atrapados. Y por eso Los tres entierros de Melquiades Estrada es capaz de albergar una poesía tan honda que sólo la soledad puede albergarla.



Rodrigo, cortometraje dirigido por Guillermo Arriaga (2000), un estupendo aperitivo a la espera de que nos llegue su debut en el l
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9 comentarios:

Jesús M. Tibau dijo...

comparto que con la traducción, muchas veces se pierde gran parte del sentido del guión y de la interpretación

Unknown dijo...

Tomo nota, la veré.

Anónimo dijo...

Apuntado queda y aparte decirte que el vídeo me ha gustado mucho, no lo conocía.
Te mandamos besos multicolores!

Cèlia dijo...

Yo tengo pensado incinerarme, ahora... ¡veo que estoy en lo cierto!
Muy buen corto. Y esperando, pues, la película.

Anónimo dijo...

Esta bien, corro a verla y después leeré tu post.

Rosenrod dijo...

Bueno, la verdad es que el vídeo no incita precisamente a apuntarse a la opción de la incineración, porsiaca... :)

Un saludo!

Dani Darko dijo...

O sea, "La soledad" pero sin partir la cámara y con teleobjetivo, no?. Creo que no estoy preparado para el Rosales post "Las horas del día" (y eso que ésta me encantó). Saludos!

An dijo...

Rosenrod, amigo, cuanto tiempo sin pasarme por aqui, e de reconocer que no me lei todo lo atrasado, pero si e salpimentado entre tus textos, seguire alguno de tus consejos :) Saúdos e apertas

Anónimo dijo...

No había pensado en verla, pero tras ver lo que ofrece ultimamente la cartelere, me acercaré :)